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Los secretos del mundo de Harry Potter se abren a los «muggles»... a un precio un poco caro

La escritora J. K Rowling ha puesto fin a la saga de Harry Potter, que ha generado miles de millones en ingresos, pero la Warner está decidida a seguir explotando la veta mostrando a los fans lo que se oculta tras los bastidores en las versiones cinematográficas de las aventuras del mago.

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Nathalie AURIOL | AFP

The Making of Harry Potter (Cómo se hizo Harry Potter) es el nombre con el que los productores estadounidenses de las películas basadas en las novelas de J.K. Rowling quieren mantener la magia del aprendiz de mago en un recorrido turístico por algunos de los escenarios donde se rodaron las ocho películas de la saga. En los estudios de Leavesden, ubicados cerca de Watford, al norte de Londres, dos de sus platós acogen esta atracción para los «muggles», como se denomina en la saga a las personas que no tienen ninguna habilidad mágica. Inaugurados a finales del pasado mes de marzo, los 14.000 m2 de de hangares acogen los «decorados, accesorios y trajes auténticos» y esperan recibir 5.000 visitantes diarios.

Los «muggles» pueden deambular por Diagon Alley, la calle secreta donde los aprendices de magos compran sus varitas, lechuzas y otros suministros escolares. Por necesidades de rodaje -y también debido a que Daniel Radcliffe rompió unas cuantas al tocar con ellas la batería- tuvieron que fabricar cerca de 3.000 varitas. Un poco más adelante está el comedor de la escuela Hogwarts. Un chimenea ennegrecida, animales de piedra en las paredes, bancos gastados por el uso: todo está igual que en las películas. Y los pupitres todavía conservan las pintadas dejadas por los jóvenes actores.

No queda ni rastro, sin embargo, de los cientos de velas que flotan mágicamente en el techo: los productores intentaron suspender candelabros de unas poleas, pero, después de que cayeran sobre las mesas, tuvieron que optar por las tecnologías digitales. En el dormitorio de los chicos, las pequeñas camas hechas a medida sobrevivieron a los ocho rodajes efectuados en un periodo de diez años, por los que los actores, según iban creciendo, tenían que acurrucarse y los operadores, hacer trampas en la grabación. En la «sala de las pociones», centenares de de frascos alineados ocultan sustancias misteriosas (huesos comprados en carnicerías y plantas aromáticas secadas). Una atención al detalle que llama la atención en la maqueta a gran escala de Hogwarts utilizada para las vistas exteriores: las paredes fueron talladas a mano y más de 300 fibras ópticas simulaban antorchas y linternas.

Conocer las bambalinas supone también descubrir la gran variedad de efectos necesarios para que los brujos lancen un hechizo o cabalguen sobre sus escobas (montadas sobre aparatos de simulación de vuelo). Pero hay que pagar un precio: 28 libras (33 euros) los adultos, 21 niños y 83 la familia de cuatro personas, para una visita de unas tres horas que hay que reservar con antelación. Para la prensa británica, es una píldora difícil de tragar. Sobre todo, porque en la tienda de regalos los precios se han disparado a cerca de 500 libras por una copia del traje del profesor Dumbledore. El «Telegraph» titulaba el día de su apertura: «El riquísimo mundo de Harry Potter».

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