Sirimiri, suave viento norte, ambiente fresco. Abril, aguas mil. Silencio. Aplausos espontáneos en San Mamés se giran hacia los amigos de Iñigo Cabacas justo cuando éstos colocan un retrato sobre su asiento. Aun restan minutos para el comienzo del partido. Saltan los futbolistas. Los rojiblancos lucen camisetas con una leyenda: ``Iñigo, gogoan zaitugu''. Unánime salva de aplausos. Los jugadores de ambos equipos se funden en uno solo en torno al círculo central. Brazos entrelazados. El colegiado sopla su silbato. La Catedral en pie. Silencio. «El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos», dijo el trompetista Miles Davis. Bastó un minuto para que se oyera. El silbato rasgó otra vez el silencio. Aplausos. Comienza el partido. El que nunca Iñigo verá. Su asiento está vació. O más lleno que nunca. Silencio en la grada. «Sin falta, sin falta», se oye gritar a Herrera abajo sobre el verde. El golpeo del balón y las voces de los jugadores es lo único que acompaña al juego.

Cinco minutos y el Athletic es amo y señor del esférico. El Mallorca, agazapado y rácano, made in Caparrós. Ni siquiera hace amago de contraatacar. A los nueve minutos, un destello técnico de Ibai consigue romper el silencio de la grada y se gana los primeros aplausos, preludio de la aclamación general de La Catedral al llegar al minuto diez, marcado por las peñas a partir del cual comenzar a animar al equipo. No hizo falta arengar mucho a los suyos, porque apenas dos minutos después, falta que bota el de Santutxu y la `almendra' de Llorente la cuela bajo las piernas de Aouate. El `9' señaló al cielo `gris Bilbao', corrió al banquillo y blandió la camiseta con el ``Iñigo, gogoan zaitugu''. Merecidos aplausos.

La posesión es un mito, dijo alguien. Ayer lo fue. El gol, casi sin querer de los leones, fue uno de los pocos chispazos que despertó un encuentro que resultó plomizo, cuando no anodino, arrítmico, cansino, con un Athletic que ayer, lejos de cualquier fútbol alegre, de taconazos o desmarques al espacio, si dejó algo claro es que a estas alturas de la película no está para partidos `menores'. Ni Granadas, ni Mallorcas y todavía nos quedan Santander, Zaragoza, Getafe... En esta montaña rusa emocional en la que viven cada tres días estos futbolistas, con auténticas finales por delante y partidos de mantel, fajarse sobre el césped ante equipos de hormigón como el Mallorca aboca a choques atacados como el de ayer.

Toquero revolucionó el final

Sin Muniain siendo de la partida, su sustituto Ibai dejó destellos agradecidos por el público, pero en la segunda mitad se difuminó. Faltaba frescura mental. Javi Martínez estuvo más fallón y menos poderoso que de costumbre; Herrera quiso y no pudo; un Susaeta a chispazos se le vio cansado, quién sabe si por primera vez; De Marcos corrió y corrió pero sin ver hueco; ni siquiera Llorente tuvo su mejor día, pero sin sus goles -otra vez de cabeza-, el Athletic tendría 14 puntos menos -solo son más decisivos Messi y Soldado-.

El descanso fue un alivio, para público y jugadores. Un balón al poste, casi sin querer, de Bigas fue todo el bagaje balear, que en la reanudación trató de irse adelante con sendos disparos fuera de Pina y Nsue. Los aplausos de la grada, otra vez al minuto diez, tampoco despertaron al Athletic, ahora con Ekiza en la zaga y Javi Martínez adelantado.

Pina volvió a tirar alto y el Chori Castro la tuvo en sus pies pero chutó flojo a las manos de Iraizoz. En medio, una ocasión de Ibai que mandó el balón cerca del poste. Era el minuto 59. Dos después, le puso una pelota, tocada con el exterior, a Llorente, que éste malogró y mandó fuera. Tan pronto el juego se espabilaba, como volvía a dormitar. Y tuvo que salir Toquero a falta de veinte minutos para el final para darle, al menos, esa punta de corazón que faltaba.

Sus poco ortodoxos pero vitales robos de balón, su Séptimo de Caballería que se ganó la ovación de la grada después de que dos defensas le blocaran más que por lo civil por lo militar, aquel balón suyo in extremis al larguero, su magullada rodilla tras chocar con un rival y que alertó a todos sus compañeros... Fue casi lo mejor de un partido `menor' sobre el césped, pero emotivo en las gradas. No fue día de himnos y remolino de bufandas al viento de las grandes noches, sino de silencios y aplausos, de contenida emoción, de petición de justicia. De nunca más. La afición cumplió. El Athletic, también. Duerme a seis puntos de Champions. Bendito él, bendito Iñigo. Fue por ti.