Ni se altera en el campo, ni ante una grabadora. Como el personaje de la oscarizada película de John Ford de principios de los cincuenta, Andrés Fernández encarna a la perfección el papel de «hombre tranquilo», al que no le afecta ni el éxito en su profesión ni la fama que ello pueda acarrear. Algo inusual en un joven de 25 años, que hace no tanto era un perfecto desconocido y ahora se ha convertido en una revelación entre los jóvenes guardametas de Primera.

«No me centro mucho en si he debutado o estoy haciendo una gran campaña -comienza señalando a GARA- . Intento hacer lo mismo de siempre, que es venir a Tajonar con la máxima ilusión a entrenar y, si me toca jugar, darlo todo», contesta con toda la naturalidad del mundo, sin darle importancia a que con sus paradas ha contribuido a que el equipo haya salvado un buen número de puntos.

Una circunstancia incluso reconocida por su actual técnico, José Luis Mendilibar, en una entrevista publicada por este medio la semana pasada. Por contra, el cancerbero murciano prefiere restar importancia a sus actuaciones particulares. «Nuestra labor es evitar los goles del contrario, si ello trae consigo que el equipo suma puntos, pues mucho mejor. Pero lo que hacemos los porteros no es más importante que cuando el central despeja un balón o el delantero mete un gol», señala.

De hecho, otorga mayor valor a la consistencia del vestuario que a los méritos individuales. «No me gusta hablar de dos o tres pilares en el equipo, el verdadero pilar es el grupo, desde el que juega hasta el que se queda fuera de la convocatoria. Sería injusto nombrar a uno o dos cuando todo el mundo está haciendo bien las cosas», afirma.

Un trabajo común que, de momento, está teniendo recompensa, pues Osasuna, pese a sus altibajos, sigue ocupando puestos europeos, aunque se antoja que va a haber una competencia feroz en las últimas cinco jornadas que restan para que acabe el campeonato. «Creo que vamos a estar peleando por ello hasta el final para alcanzar este nuevo objetivo y vamos a disfrutar todos de esa ilusión», adelanta el meta encarnado.

La misma ilusión que le llevó un día a inclinarse por la oferta rojilla, pese a que el Mallorca «me ofrecía más dinero». Hizo las maletas dirección a Iruñea «porque pasaba de jugar en Tercera a Segunda B, me habían hablado de que aquí se trabajaba muy bien la cantera, de que era un club muy familiar en el que todo el mundo ayuda. Decidí apostar por mejorar en lugar de tener más dinero en la cuenta», matiza con una sonrisa.

Filosofía budista

Y, visto su recorrido posterior, la elección se confirmó como la acertada. Lo mismo que a principios de la presente temporada cuando no aceptó una oferta de otro equipo «que ponía dinero» para hacerse con sus servicios. «Tanto el club como el míster me dejaron claro que no querían que me fuese. Entre todos decidimos que me quedase. No me quejo de cómo me han salido las cosas», apunta.

Y de ahí pasó a salir desde el banquillo en la primera jornada para sustituir a un lesionado Riesgo. Ni siquiera se puso nervioso ante semejante responsabilidad. «Lo mismo me podía haber tocado quedarme en la grada. Estaba preparado para todo y así lo afronté», explica. Una calma natural que le ha acompañado desde niño, pues «siempre veo todo de manera positiva», pero que se ha visto refor- zada por sus recientes lecturas sobre el budismo.

Confiesa que fue su madre quien, con 21 o 22 años, le pasó una serie de libros sobre esa forma de entender la vida, «que se asemeja mucho a lo que es mi forma de ser. Es algo que me interesa bastante -afirma-, más que una religión, lo entiendo como una filosofía, en la que uno tiene que trabajar interiormente para conseguir un estado en el que no te preocupe lo más inmediato y no sufrir por ello», aclara. Su prioridad es aplicarlo en el día a día, aunque también le ha ayudado en su profesión bajo los palos «a estar muy concentrado y metido».

Ni siquiera le inquieta que, con las 53 dianas encajadas hasta ahora, sea el portero rojillo más batido en Primera. «En otro momento quizás me hubiese afectado más, pero este vestuario ha tenido la virtud de seguir siempre unido», comenta. Lo dicho, un hombre tranquilo.