Mikel INSAUSTI

La cinta independiente del chileno Matías Bize “En la cama” vino a recordar que salía muy barato rodar en un único escenario, con dos personajes compartiendo una misma situación de encierro. David Trueba aplica ahora tan austera fórmula a una pareja encerrada en el baño, aunque para crear el poco probable dilema se inventa un accidente doméstico de lo más artificioso e inverosímil. Sea todo por lo metafórico de la forzada relación que presenta, si bien lo de aislarse en el baño no es ni siquiera novedoso, pues Juan Estelrich lo planteó hace casi cuatro décadas en “El anacoreta”. No es ninguna casualidad que el protagonista de aquella obra-isla con náufrago solitario fuera Fernando Fernán Gómez, a quien invoca David Trueba a través de frases y citas prestadas, consciente de que lo más interesante que ha llevado a una pantalla es el documental “La silla de Fernando”. Pero, más allá de algunos pensamientos ingeniosos u ocurrentes, el personaje encarnado por José Sacristán no posee el carisma y la sabiduría del maestro, provocando que los teatrales monólogos del veterano actor resulten interminables.

No hay un diálogo fluido en “Madrid, 1.987”, debido a que María Valverde apenas habla y no pasa de ser el objeto de deseo juvenil por parte del viejo articulista. Desde que David Trueba ha descubierto que lo suyo es también escribir columnas diarias en la prensa el cine se le resiste un poco más, hasta el punto de que se olvida de que está rodando una película, como si quisiera hacer un compendio de artículos periodísticos contados antes la cámara. Esa impotencia se traslada al momento en que Sacristán relata a su ocasional compañera una película proyectada imaginariamente sobre un marco vacío en la pared, y que resulta tan poco creíble como cuando el anciano práctica sexo con la joven estudiante en una postura demasiado comprometida para su avanzada edad. Sería mejor pensar que todo forma parte de un sueño, de un homenaje al tipo de hombre en extinción que el autor admira.