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«Hay cosas mías en casi todos los personajes del libro: si no, no tendrían vida»

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Francisco Letamendia «Ortzi»

Escritor, investigador y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPV

Francisco Letamendia (Donostia, 1944), también conocido como «Ortzi», fue abogado defensor en el proceso de Burgos y parlamentario en Madrid durante dos legislaturas (1977-79 y 1979-82). En 1982, pasó a la docencia en la Universidad de Paris VIII (1982-85). Hoy, imparte clase en la UPV/ EHU.

Alvaro HILARIO | BILBO

Aunque la novela negra no es un género demasiado prolífico en nuestro país, cuenta con varios autores y escritores, desde los predecesores Xabier Gereño y Gotzon Garate a Jon Arretxe o Aingeru Epaltza. Tampoco es nueva la presencia de la lucha armada y Euskal Herria (ahí están las apariciones del Gálvez de Martínez Reverte). Lo novedoso de «La mujer en la cueva» (Txertoa) es su autor, Francisco Letamendia, Ortzi -a quien conocemos en su faceta de investigador- y el contexto donde se desarrolla la acción: la Euskal Herria de 1983, meses antes de la aparición de los GAL, del terrorismo de estado.

La acción arranca cuando, en esos terribles tiempos, es secuestrada la mujer de un senador, exdiputado de la izquierda abertzale, Ramón Zubia, abogado y proveniente de una familia monárquica y acomodada. Un pariente lejano, parisino, Jean Houtsa, es requerido como intermediador. «Cuando escribes un ensayo, por ejemplo, sabes dónde vas a acabar, pero no así con una novela: los argumentos se lanzan; y no digamos los personajes, que se cruzan, entrelazan», dice Letamendia. «El personaje de Zubia tiene cosas mías, cosas que en algún momento habían de salir, pero también hay otras imaginadas, tanto a nivel familiar como a nivel de proceso político. Sin embargo, también hay cosas mías en todos los personajes: si no, no tendrían vida», continúa Letamendia aludiendo a unas figuras, tiempos y circunstancias que conoció de primera mano e incluso protagonizó.

Zubia está solo, enfrentado a su partido y con su mujer secuestrada por no se sabe quién. «Puede que, a principios de los 80, yo tuviera momentos de soledad en lo político, pero no del modo que lo vive Ramón Zubia. Hay algo que digo en el prólogo que es cierto: No es una novela política, es una creación literaria que se mueve en un contexto político. Hay un personaje que no tiene a qué agarrarse, que está solo. Esto sí tiene fuerza literaria. Además, de ahí nace la sintonía que Zubia tiene con el verdadero protagonista, Jean Houtsa: son dos personas que se encuentran en la misma situación de angustia y desesperación».

Contextos

La novela comienza con 40 páginas que si bien no tienen el trepidante ritmo del resto del relato, son necesarias para contextualizar la acción. Estas pequeñas «lecciones» de historia, de mitología sirven para ilustrar a cualquier profano. Además, los datos contenidos en el libro, son ciertos: «Si, en este país, se quiere llegar a una reconciliación real, habrá que tener en cuenta que hay más relatos que el oficial y habrá que tener respeto por el relato ajeno».

La lucha armada, la estrategia electoral de la izquierda abertzale, el terrorismo de estado, la corrupción de los políticos salpican y acompañan la acción: «Hay escenas, como la comida en la herriko, que describo con mucho cariño porque he vivido ese tipo de situaciones; hay un capital de sufrimiento importante. Los GAL, por otro lado, no los inventaron cuatro desgarramantas. En París, abogados del Partido Socialista me dijeron que se estaba cocinando algo, terrible; todo el mundo lo sabía. No me lo explicaron con la misma claridad con la que yo lo hago en el libro. Eso sí, mientras en el Estado francés hubo alguna discrepancia al respecto, en Madrid no hubo ninguna. Aunque yo, en la novela, trazo dos tipos de personajes -los gestores políticos corruptos y los servicios del estado, fríos y profesionales-, en la realidad fueron muy juntos».

La narración hace guiños a la novela del XIX, a Hitchcock, a Tarantino y a los maestros de la novela negra. «El final puede ser terrible, duro, violento; el protagonista, Jean Houtsa, un personaje fronterizo, de todos modos, lo vive de un modo feliz».

Letamendia, en el prólogo, juega con el lector al decir que «no es un libro político» pero subraya que no es un libro de Historia: «Han pasado 30 años, los conflictos que aparecen en el libro están vivos. En este tiempo, la izquierda abertzale ha evolucionado mucho; los otros siguen con el mismo discurso, aún operativo».

 
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«Conocí a esos gitanos de la COPEL del libro. Presenté sus demandas en el Congreso. La política penitenciaria de los 80 los aniquiló»

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«Ha habido mucha más evolución en la izquierda abertzale que en el pensamiento de los antagonistas, aferrados al mismo discurso»

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