Txisko Fernández | Periodista
Si ellos pueden, nosotros también
Es evidente que quienes hoy imponen las políticas económicas y sociales -en el mundo mundial y en esta parte del mapa que ocupa Euskal Herria- son partidarios de que el 1% de la población -apoyado por otro 9% que vive a la sombra de la gran oligarquía financiera- siga controlando la mayor parte de la renta de cada estado (esto lo explica muy bien el economista Vicenç Navarro en el artículo «El problema es mayor que el 1%. Es el 10%» colgado en su blog www.navarro.org el 12 de abril).
Y es evidente que esa minoría tan minoritaria tiene bajo su control a la mayoría de la sociedad a base de combinar unas efectivas estrategias de engaño y coacción, para lo que utiliza la manipulación de ideas, fundamentalmente a través de los medios de comunicación, y la represión violenta, por medio de la fuerza que utilizan los cuerpos policiales.
Si no fuera así, nadie entendería que políticos de tan escaso nivel intelectual como el que están mostrando en público los componentes del Gobierno español puedan reírse tanto cuando aparecen ante las cámaras, tras un Consejo de Ministros o tras la reunión del Consejo Interterritorial de Sanidad, para afirmar que «no hay dinero para los servicios públicos» mientras desvían con total impunidad miles de millones de euros hacia los «servicios privados» de la banca.
Llegados a este momento de la Historia, resulta estéril que sigamos perdiendo el tiempo con el diagnóstico de la situación, porque la mayoría de la sociedad lo tiene muy bien asumido, y es hora de comenzar a dar contenido a todo lo que se puede construir bajo el lema de «otro mundo es posible».
Si quienes practican la injusticia social desde el poder político y económico han podido levantar este entramado con tan pocos mimbres intelectuales y demográficos, es evidente que quienes conformamos la amplia mayoría de la ciudadanía podemos construir un modelo nuevo -con múltiples variantes a lo largo del planeta-. El motor inicial para emprender ese cambio es muy sencillo: voluntad y unilateralidad. Como ya sabemos por aquí, nada levanta más esperanzas que la idea de que realmente es posible cambiar el estado de las cosas con la fuerza que da la unión de miles y miles de voluntades. Y es más que evidente que podemos hacerlo.