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Análisis | SOBRE CAJA NAVARRA

El experimento «Banca Cívica»

La desaparición de la implicación con el entorno que es esencial al concepto de cajas de ahorros está detrás del fracaso del experimento denominado «Banca Cívica», al que la reestructuración del sector financiero no ha ayudado a resolver su problema de activos tóxicos. El resultado es que, en definitiva, Navarra ha perdido una de las bases esenciales de su estructura económica y, de esta forma, ha debilitado sustancialmente su potencial de desarrollo social y productivo.

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Ekai GROUP

La absorción de Banca Cívica por CaixaBank ha tenido como consecuencia la desaparición definitiva de Caja Navarra como entidad financiera. Desde luego, no es objetivo de este documento analizar o valorar la mayor o menor adecuación de esta operación en sí misma. Pero creemos que, desde el punto de vista de las políticas públicas navarras, es imprescindible en este momento realizar una valoración del proceso desarrollado durante la última década que ha finalizado, como decimos, con la desaparición definitiva de la actividad financiera de Caja Navarra.

Es imprescindible comenzar subrayando la trascendencia de este hecho. Como en otros ámbitos geográficos, también en Navarra, las cajas de ahorros y las cooperativas de crédito son la base del sistema financiero y, por lo tanto, de su estructura socio-económica, un elemento esencial para la estabilización de la estructura financiera y para asegurar la vinculación del sistema financiero con el desarrollo socio-económico.

Con la pérdida de Caja Navarra como entidad financiera, Navarra pierde, por tanto, un soporte esencial de su sistema financiero y de su desarrollo socio-económico. ¿Cómo es posible que esto haya sucedido?

Lo ocurrido con Caja Navarra es comparable, en buena parte, con lo sucedido en otras cajas de ahorros españolas. El origen del proceso radica, probablemente, en la cultura financiera de las últimas décadas y en la extensión de la misma a los responsables políticos y, a través de ellos, a las cajas de ahorros.

Una primera consecuencia de este fenómeno fue, probablemente, la mitificación de la «cultura bancaria» y el desprecio de la tradicional prudencia de gestión de las cajas de ahorros. Este cambio cultural se manifestó de forma clara en una incorporación masiva a la dirección de las cajas de ahorros -y también de Caja Navarra- de ejecutivos procedentes de la banca privada. Esta incorporación, dentro de unos límites, podría haber sido saludable si hubiera estado acompañada de una clara mentalización de estos ejecutivos sobre lo que su contratación por parte de una caja de ahorros significaba.

En particular, estos directivos debieran haber sido conscientes de las esenciales diferencias institucionales y estratégicas entre bancos y cajas de ahorros.

Muy al contrario, las cajas de ahorros se vieron sumergidas durante los años 90 -y, fundamentalmente, durante la última década- en una cultura de gestión de las cajas como si de entidades privadas se tratara, de maximización de los beneficios a corto plazo y de un olvido progresivo de la trascendencia de su misión como pilar básico de la estructura socio-económica.

Una de las manifestaciones más claras de esta distorsión cultural, claramente verificada en el caso de Navarra, han sido las estrategias de expansión territorial de las cajas de ahorros. En función de esta estrategia, Caja Navarra abrió oficinas de forma sistemática fuera de Navarra, con márgenes reducidos y apoyadas en inversiones de alto riesgo y en el sector inmobiliario.

Con el estallido de la crisis financiera, el gobierno español optó por una estrategia de «consolidación» del sistema financiero a través de la integración o fusión de las cajas de ahorros y, muy especialmente, de las cajas de ahorros en dificultades.

A pesar de que esta estrategia de consolidación se ha presentado repetidamente como un proceso de consecución de entidades más eficientes a través del incremento de dimensión de las mismas, nada más lejos de la realidad. Ninguna de las entidades integradas tenía en realidad problemas de insuficiente dimensión, sino de acumulación de activos tóxicos, gestión deficiente y, en todo caso, de excesiva expansión fuera de su respectivo territorio natural.

En base a este proceso de «consolidación», Caja Navarra se integró en lo que se denominó «Banca Cívica» con otras cajas de ahorros de territorios distantes (Caja Burgos, Caja Canarias y Cajasol), en una estructura cuya falta de coherencia territorial evidenciaba la desaparición del concepto de implicación con el entorno que es esencial al concepto de cajas.

Como EKAI Center ha venido alertando, esta estrategia de «consolidación» solo oculta los problemas a corto plazo pero no los resuelve. Los activos financieros tóxicos, las estructuras sobredimensionadas, permanecen en los balances de las nuevas entidades resultantes de los procesos de integración y los problemas acaban por manifestarse antes o después.

La estrategia de «consolidación» es, en este sentido, contraria a la estrategia de aislamiento de los activos tóxicos en lo que se ha denominado como «banco malo», que pretende precisamente dinamizar la actividad del resto del sector financiero evitando que los activos tóxicos contaminen el conjunto de la actividad bancaria.

Como era presumible, el experimento denominado «Banca Cívica» ha durado poco más de año y medio y, finalmente, ha terminado por ser absorbido por CaixaBank, en un nuevo proceso de «consolidación» o «disolución de activos tóxicos» en el que Caja Navarra ha perdido ya cualquier capacidad de incidencia en la gestión de la actividad bancaria.

El resultado es que, en definitiva, Navarra ha perdido una de las bases esenciales de su estructura económica y, de esta forma, ha debilitado sustancialmente su potencial de desarrollo social y productivo.

Es imprescindible la mentalización social tanto sobre las responsabilidades existentes en relación con este proceso como con respecto a las graves consecuencias de lo sucedido para el futuro social y económico de Navarra. Si este tipo de actuaciones pueden producirse sin que las responsabilidades personales y políticas que debieran generar se manifiesten, estamos generando un precedente ciertamente negativo para el futuro de cualquier sociedad democrática en general, y de Navarra en particular.

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