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Xabier Silveira Bertsolari

Basura

Convivir con otras razas es difícil, pero qué bien nos arreglamos con la basura. Y estamos de suerte, abunda. No hay crisis para la basura

Basura siempre ha habido y siempre habrá, no entiendo ese empeño de Bildu por hacerla desaparecer. Y es que si los restos de comida no los mezclamos con condones usados, restos del afeitado, compresas o tampones y dodotis del enano, nos quedamos sin basura. ¡Y pobrecito el mundo que no rebose basura!

La basura es parte imprescindible de nuestra ancestral cultura, Ese olor, ese colorido, ese casi miedo a que de ella brote un ente animado con bigote de spaghetti sobre cáscara de huevo. Ese agradable despertar en el que tropiezas con las chorreantes bolsas que anoche olvidaste sacar. ¿Qué sería de nosotros sin la dichosa basura? ¿Seríamos seres humanos si no produjéramos toda esa basura? Lo dudo, seríamos animales, bestias salvajes capaces de vivir en plena naturaleza. ¡Vade retro Satanás!

La basura es la chispa de la vida, es color en nuestras calles, es sinónimo de armonía, de equilibrio vital. Cago luego como. Menuda envidia se respira en el portal cuando la exduquesa sale de su casa para dirigirse a los contenedores, el mando del plasma en el bolsillo de la bata, los rulos rizándole los rizos, implacable sobre sus cholas que derriten el mármol transporta la señora tres bolsas antigoteo en las manos; media docena larga de estupendos kilos de mierda. Y allá va, a darse el gustazo de tirar la basura.

Azul, amarillo, verde... ¡espectacular! En inexplicable giro pisa el accionador y abre la dama el contenedor azul del que huye y del que asoman varios cientos de encantadoras moscas. Entre ellas se abre paso una bolsa, la más gorda de las tres, que quizás por ello choca con la extremidad de la tapa y en inesperado rebote torna a su punto de partida cual cohete espacial que vuelve sorprendentemente a Cabo Cañaveral. O sea, estampándose contra el suelo. Las miserias de la madame esparcidas en la acera, obviamente, se quedan allí. No es ella mujer de hincar rodilla al suelo.

La bolsa del cristal, y de cristal a juzgar por donde acaba, sí que entra en su agujero, al igual que la bolsa en la que van papel y cartón. Bien pensado, así los paquetes de hojas recicladas salen ya con el envoltorio.

Y vuelve la señora a casa, a gusto, desquitada y satisfecha por el momentito vivido. En las miradas vecinas aplausos de pestañas, vítores internos, bienestar general.

Convivir con otras razas es difícil, pero qué bien nos arreglamos con la basura. Y estamos de suerte, abunda. No hay crisis para la basura.

Es por ello que estos días vivo perplejo el derby entre diputaciones, Bizkaia contra Gipuzkoa, qué partidazo, que si toma que te doy, que si no que no quiero. Parecen críos.

Pues si no quieren en Bizkaia la basura guipuzcoana que nos la traigan a Navarra. Ya hace algún tiempo en un tema parecido en el que se vieron implicadas algunas instituciones de Burgos tuvimos el generoso detalle de ofrecernos a recoger su basura. Nos mandaron a Barcina y hasta hoy. Ningún problema. Todo mucho bien. Será por las basuricas.

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