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Patxi Abasolo López | Iruñea

¿Recortes a la ternura?

De nuevo España y su mal hacer. Fue hace mucho. De nuevo el franquismo y sus trágicas consecuencias. La víctima, una vez más, todo un pueblo. En este caso, el pueblo saharaui. Aquel año, 1975, España entregó el Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania. Y con la ocupación militar de estos, la región argelina de Tinduf fue poblándose de gentes saharauis. Refugiados. En la hammada, «donde no hay nada», el desierto más inhóspito. Son ya más de 30 años. Cuentan que tres personas se presentaron un día a las puertas del Paraíso. Una de ellas era marroquí. No pudo entrar, por lo mucho que había hecho sufrir a los saharauis. Otra era argelina. Entró sin problemas, precisamente por haber acogido a estos cuando más lo necesitaban. Con la tercera, saharaui, no sabían muy bien que hacer. Mientras lo decidían, la saharaui montó su jaima... y desde entonces ahí se encuentra, esperando. En 1991, el Frente Polisario decretó un alto el fuego, con la promesa de la ONU de aplicar un Plan de Paz que no acaba de llegar. Son ya 20 años. Y 165.000 saharauis siguen sobreviviendo en la hammada. Muchos de ellos, los más jóvenes, resistiendo y luchando por una tierra que no han llegado a conocer. Los campamentos de refugiados de Tinduf son el milagro saharaui, un milagro que ha sido posible gracias a la capacidad de resistencia de todo un pueblo y a la solidaridad llegada desde todos los rincones del mundo. Aquella, esa capacidad de resistencia, depende tan sólo de ese pueblo. Sin esta última, no obstante, sin la solidaridad internacional, todo ese sacrificio habrá sido en vano.

Pese a todas las crisis del mundo, neguémonos, pues, a hacer recortes a la ternura de los pueblos. Nos va mucho en ello.

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