Xabier Makazaga Estudioso del terrorismo de estado
Felipe X «el Mitómano»
Todo habría dependido de cuán propicias fueran esas circunstancias y en todo caso las razones morales no habrían tenido peso alguno en su decisión. Porque Felipe X era y es un amoral redomado
El recordado periodista Javier Ortiz describió así a Felipe González: «Me pasma su desbordante, su infinita, su feraz -y feroz- producción de mentiras [...] y tanto miente que se ha vuelto adicto a la mentira, y miente incluso cuando no le hace falta para nada, puede que por el puro placer de mentir, o tal vez por irresistible y patológica compulsión falsaria». El señor X es un mitómano, sí, y entre tantas y tantas mentiras suelta a veces, o se le escapan, algunas medias verdades como la de que no aprobó que se volara la cúpula de ETA, cuando pudo haber decidido que así se hiciera.
Una media verdad que dejó aún más en evidencia que fue él quien dirigió la guerra sucia de los GAL. Algo que bien pocos osan a estas alturas negar, pero que nunca ha hecho mover ni un dedo contra él a la (in)Justicia española.
En el programa de TV «Salvados» del Follonero, ha vuelto a hablar de esa supuesta decisión que sacó a relucir por primera vez en una entrevista al diario «El País» hace año y pico. En ella, pretendió que, hace tiempo, supieron dónde y cuándo se iban a reunir los miembros de la cúpula de ETA, pero que los franceses entonces rehusaban detenerlos. Por eso, «en aquel momento solo cabía la posibilidad de volarlos a todos juntos en la casa en la que se iban a reunir [...]. La decisión es sí o no. Lo simplifico, dije: no». Es decir que, según él, dejaron escapar a dicha cúpula completa, lo cual no se lo puede creer nadie.
En efecto, Felipe X puso especial énfasis en situar el episodio poco antes de que detuvieran a dicha cúpula en Ipar Euskal Herria, en Bidart («quizás en 1990 o 1989»), pero aunque hubiese sido bastante antes, está más que probado que la Policía francesa no solo estaba entonces plenamente dispuesta a detener a altos responsables de ETA, sino que ya lo había hecho en múltiples ocasiones. Por ejemplo, entre 1984 y 1986, época de pleno terror galoso, detuvo a prácticamente todos los principales responsables de ETA en aquella época: Txomin Iturbe, Antxon Etxebeste, Azkoiti, Txikierdi, Mamarru, Peio Ansola, Juanra Aranburu... Y a partir de que los GAL a las órdenes del señor X dejasen de actuar, la colaboración entre París y Madrid al respecto no hizo sino acrecentarse.
Es obvio, además, que su prioridad era la cúpula de ETA, tal y como se relata en el libro «El Azote de ETA», redactado por el periodista J. M. Zuloaga, titular de las cruces al Mérito de la Guardia Civil y la Policía. En dicho libro, se afirma que, en 1990, la Policía Judicial francesa y la Guardia Civil decidieron conjuntamente dejar «escapar» a un dirigente de ETA que tenían localizado, Josu Arkauz, porque «su libertad convenía mucho para el desarrollo de la estrategia que se había diseñado para capturar al `comité ejecutivo' en pleno».
Por lo tanto, lo que con toda probabilidad sucedió fue que al señor X le plantearon este dilema: «si localizamos al `comité ejecutivo' en pleno, ¿qué hacemos?, ¿los detenemos o los volamos?». Y le presentaron los pros y los contras de ambas opciones para que estuviera preparado y tomara la decisión en caso de que se presentara la ocasión.
En cuanto a los pros, que quede claro que Felipe X miente como un bellaco cuando pretende que descabezando a ETA «habría habido 200 muertos menos», ya que el descabezamiento de ETA en Bidart no produjo dicho efecto ni mucho menos. Y también que todo indica que la opción que en realidad le pusieron sobre la mesa no fue la de realizar un atentado de estilo galoso, en el que iban a «volarlos a todos» sin más, sino la de provocar un «accidente» en el que la cúpula de ETA, y el resto de víctimas, perecerían a causa de unos explosivos que habrían pretendido estaban en posesión de los propios militantes de ETA. Planteándolo así, la ventaja de volarlos era evidente. Pero también lo era la dificultad de ejecutar y maquillar una acción semejante. De salir mal, se habría puesto sin duda en peligro la colaboración en materia antiterrorista del Gobierno francés, al que habrían dejado en muy mal lugar. De ahí el dilema que se le debió de plantear al señor X y que parece estar en el origen de lo que cuenta hoy día.
La realidad es que la única vez en que pudieron localizar al «comité ejecutivo» de ETA en pleno, en Bidart, las circunstancias no se prestaban en absoluto para provocar un «accidente» similar, pero si hubiesen sido más propicias, ¿habría dicho que no a volarlos en vez de detenerlos? En mi opinión, todo habría dependido de cuán propicias fueran esas circunstancias y en todo caso las razones morales no hubieran tenido peso alguno en su decisión. Porque Felipe X era y es un amoral redomado.
En su escala ética, solo cabe la parte de verdad que le interesa y cuando le interesa. Y ni siquiera esa parte de verdad es investigada por la (in)Justicia española. Por eso es tan necesaria una comisión de la verdad que, entre otras cosas, investigue tanto las medias verdades que ha ido soltando o se le han escapado al señor X como todo lo que con tanto empeño esconde tras su habitual retahíla de mentiras.