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Raimundo Fitero

Somos putas

 

Conforme las estadísticas nos van acercando a la realidad más insalvable, más necesarias parecen las respuestas de la ciudadanía en todos los ámbitos de la vida. Si el recuerdo del bombardeo de Gernika nos sitúa ante una memoria rasgada por la propaganda franquista que resucita en forma de libros y tertulias en las televisiones de la extrema derecha española, en donde las tesis negacionistas del bombardeo campean con una asquerosa banalidad histórica, esa realidad, con el paro creciendo desbocado, con las reformas, los recortes mostrándose no solamente inútiles sino propiciadores de la debacle, ¿qué otra cosa se puede hacer que apurar la reflexión, buscar la complicidad y expresar el descontento de la manera más eficaz, en la calle o donde se tercie?

En todos los ámbitos, ante las medias tintas de la política penitenciaria propuesta por Fernández Díaz, un refrito de otras propuestas que buscan una especie de rendición incondicional y renuncia a toda dignidad y derecho. Sea en la violencia laboral que se está instaurando que es casi la instauración de una competitividad asiática, en la merma de derechos sanitarios, educacionales, todo ello para desmontar las débiles nociones de el bienestar social como idea básica para que funcione la maquinaria.

Por eso ver como existen unos llamados «yayoflautas», que son gente de edad madura que protestan con las argumentaciones más aposentadas en la idea y la experiencia, la actitud de los afectados por la mayor estafa que se conoce: esos productos bancarios que han llevado a la ruina a miles de modestos inversores que confiaron en los timadores con traje y corbata de bancarios, y como colofón las putas de Barcelona, manifestándose con un lema muy claro: «somos putas, queremos trabajar».

En el fondo casi todos somos putas, vendemos nuestros cuerpos, mentes o fuerza de trabajo a unos proxenetas que nos explotan de manera constante. Nos unimos a esa manifestación. Llegan los moralistas, los reaccionarios, en todas las partes aparecen los inciensos, sus cuentas de resultado y su fe ciega en la posesión de la verdad absoluta. A la calle que ya es hora. Hay que frenar la oleada retrógrada. Gora Athletic.

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