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Siamak Khatami Politólogo y profesor universitario

Afganistán, el sinsentido de una guerra

Fue significativa la comparecencia conjunta del jueves 26 de abril, de Mariano Rajoy con Anders Fogh Rasmussen, el secretario general de la OTAN. Rajoy se mostró bastante entusiasta de que las fuerzas militares del Estado se queden en Afganistán para acompañar a las fuerzas estadounidenses allí -hasta el 31 de diciembre de 2014-, el momento en que la mayoría de las tropas norteamericanas habrán vuelto a casa. Me acordé de las muchas veces que, cuando Tony Blair, el antiguo primer ministro británico, apoyaba a George Bush hijo, tantos medios de comunicación le llamaron el «perro faldero de Bush»: bueno, Fogh Rasmussen está de enhorabuena, porque ya tiene su propio «perro faldero», ¡Rajoy!

También es curioso que muchos gobiernos occidentales y medios de comunicación afines quieran distorsionar la historia de la actual guerra en Afganistán de tal manera que nosotros, el público, creamos que a pesar del hecho de que las fuerzas militares Occidentales volverán a casa más pronto que tarde, lo harán «ganando» la guerra contra los talibán (ver nota a pie de página que sigue este artículo). Especialmente se repite una y otra vez que cuando, hace unos días, los talibán atacaron a soldados de las fuerzas militares afganas, estas últimas repelaron el ataque «por sí solos». ¡Mentira!

Los que conocemos Afganistán y la guerra actual en ese país, sabemos que las fuerzas militares afganas necesitaron la ayuda de helicópteros estadounidenses y franceses en esa batalla. ¡Y la batalla duró casi diecinueve horas! Y sucedió en la mismísima capital del país, en Kabul, donde, presumiblemente, las fuerzas militares desplegadas son las mejores, más preparadas y más eficientes de todo el país. Si incluso en Kabul esas fuerzas militares necesitaron la ayuda de helicópteros norteamericanos y franceses, ¿cómo podemos decir que las fuerzas militares afganas repelieron el ataque «por sí solos y ganaron una victoria»? Además, la batalla en cuestión no era la primera de su género -tenemos otros ejemplos de batallas parecidas en Afganistán por lo menos desde 2010- ejemplos que, claro, ni los gobiernos occidentales ni los medios de comunicación afines quieren recordarnos, ¡por si acaso nos damos cuenta de la pésima situación de las fuerzas militares afganas!

Además, fue curioso que Rajoy, en su comparecencia conjunta con Fogh Rasmussen, quisiera dar la impresión de que la intervención de fuerzas del Estado y de otros países que no fueran los EEUU se decidió conjuntamente con los norteamericanos, tratándose de tú a tú, como si fueran iguales y compañeros al 50% tomando decisiones. ¡Otra mentira! Todos los que conocemos la guerra actual en Afganistán sabemos que se trata de «los norteamericanos y los demás». Y «los demás» solo están allí para legitimar las acciones militares estadounidenses, para que no aparezca como si estos últimos, por su propia cuenta, estuvieran destruyendo Afganistán.

Y «destruir Afganistán» es, precisamente, lo que se está haciendo. ¿Qué interés tienen los EEUU y otros países occidentales en Afganistán?! ¡Ninguno! Los británicos en el siglo diecinueve y la primera mitad del veinte, querían tener a Afganistán como una suerte de «barrera» para prevenir que Rusia llegase a India que, en aquellos tiempos, era colonia británica. Los soviéticos querían controlar Afganistán durante los años 1980 para prevenir que las fuerzas islamistas se infiltraran desde allí en territorio soviético. Y cuando los talibán ganaron el control de la mayoría de Afganistán en los años 90, eso fue, en realidad, beneficioso para Occidente: se trata de los años justo después del derrumbe de la antigua URSS, cuando los países centroasiáticos que formaban parte de la Unión Soviética, ganaron su independencia.

Sucedió que esos países tenían, y siguen teniendo, abundantes recursos de petróleo y gas natural.

Pero durante la época soviética, todos los oleoductos y gasoductos pasaban por Rusia, dando a este último un veto respecto a quién podía comprar petróleo y gas de los países de la antigua URSS, y quién no podía hacerlo. Claro que había posibilidad de alternativas a esos oleoductos y gasoductos: algunas alternativas pasarían por Turquía, llegando a mercados occidentales desde allí. Pero esas alternativas, incluso a día de hoy, siguen siendo insignificantes y, además, caras. Otra alternativa, la más barata de lejos, era abrir vías para exportar petróleo y gas centroasiático a través de Irán. Turkmenistán, uno de los países centroasiáticos de la antigua URSS y que tiene una de las reservas de gas natural más grandes de todo el planeta, incluso construyó un gasoducto que llevaba su gas natural a Irán y, los iraníes habían empezado un sistema de entregar el equivalente exacto de ese gas natural a compradores internacionales en los puertos iraníes del Golfo Pérsico. Pero, claro, estamos hablando del régimen iraní, y los norteamericanos rechazaron todos los intentos de tratar este tema con Irán.

Así que la alternativa que quedaba era estabilizar la situación de Afganistán para construir oleoductos y gasoductos a través del territorio afgano, llegando, en su turno, al puerto pakistaní de Karachi para entregar petróleo y gas centroasiáticos a compradores internacionales en ese puerto. Por eso, cuando los talibán ganaron control sobre la mayor parte del territorio afgano, los occidentales incluso se regocijaron -porque después de historia llena de guerras, violencia, y caos, Afganistán parecía poder disfrutar, por fin, de un período de estabilidad-.

Pero resulta que los talibán después se hicieron amigos de Osama Bin Laden y Al Qaeda. Y eso puso fin a cualquier sueño de llevar el petróleo y gas centroasiáticos a Karachi a través del territorio afgano, para venderlo a los occidentales desde Karachi. Bin Laden cambió toda la historia.

Los EEUU podían simplemente enviar sus Fuerzas Especiales y sus fuerzas de inteligencia para matar a Bin Laden en aquel período -hacer entonces lo que hicieron diez años después de los ataques de 11 de septiembre de 2001-. Sin embargo, el presidente Bush hijo decidió enviar las fuerzas militares de los EEUU para ocupar toda Afganistán, y empezó una guerra que ya es la más larga para los Estados Unidos y ha costado miles de muertos, decenas (si no centenares) de miles de heridos, y tanta destrucción, que todo esto se ha traducido en un odio profundo en una parte amplia de la población afgana contra los EEUU. Esto nunca tenía que haber sucedido. Pero George Bush hijo decidió que fuera así.

Y ahora, las potencias occidentales no tienen ningún interés en Afganistán. Es más: cuanto más dure la guerra en aquel país, más profundo será el odio que sienten los afganos por los norteamericanos. Además de la destrucción que la guerra actual conlleva, también está perpetuando un gobierno afgano que es conocido solo por su extrema corrupción, extrema falta de capacidad para mejorar la situación del país, y total falta de preocupación por mejorar siquiera la situación de Afganistán. El país está cayendo bajo el dominio de los traficantes de opio, que tienen en Afganistán una de las bases más grandes de producción de esa droga que hay todo el mundo. Además, el problema se ha extendido desde Afganistán, y ya ha afectado a Tayikistán, otro país centroasiático de la antigua URSS, que también vive bajo el dominio de los cárteles de droga.

Quizá la mejor forma para ayudar a Afganistán sea que organizaciones internacionales como la ONU promocionen intentos de diálogo entre distintas facciones de aquel país. Sin embargo, más allá que eso, las potencias occidentales no deben tener ningún papel que jugar allí. Quizá sea en beneficio de todos que corten la sangría y dejen a Afganistán en las manos de su propia gente.

Nota: El término «talibán», que se refiere a «estudiantes de religión», ya es plural -el singular es «Talib»-. Entonces, decir, como muy a menudo se dice en el Estado, «los talibanes», sería como si, por ejemplo refiriéndonos a los vascos dijéramos «los vascoscos». Yo, durante mucho tiempo he intentado explicar a todos los que me escucharan la manera correcta de decirlo, solo para ver que al día siguiente ¡la absoluta mayoría decían otra vez «los talibanes»!

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