Benoït Jacquot, que aprendió el oficio de Marguerite Duras, es un consumado director de actrices, especialmente vinculado con la carrera de Isabelle Huppert. Es a la actriz en que más ocasiones ha dirigido y con un extraordinario rendimiento, tal como se pudo apreciar en la reciente «Villa Amalia», adaptada de la novela de Pascal Quignard. Para la adaptación de la novela de Chantal Thomas «Les adieux à la reine» también pensó en su predilecta Isabelle Huppert, quien finalmente no pudo hacer el papel de Gabrielle de Polignac, a la que durante la Revolución se consideró como la amante de María Antonieta.

En su lugar se contrató a Virginie Ledoyen, mientras que para el rol principal de la reina se fichó a Diane Kruger. Hacía falta una estrella internacional al frente del reparto, porque la producción exigía un coste mínimo de siete millones y medio de euros. También se barajaron los nombres de Jodie Foster y Eva Green, aunque el rostro joven que faltaba para cerrar el castin resultó ser el de Léa Seydoux.

La Seydoux da vida a Sidonie Laborde, una criada que se convierte en la lectora favorita de la reina. Frente al amor cortesano representado por la amante que interpreta Virginie Ledoyen, el de la chica es de una naturaleza más platónica. Se inscribe dentro de la fascinación que sentía la servidumbre más fiel por sus amos en la corte de Versalles. Hasta tal punto llegaba la fidelidad de la lectora que quiso compartir con la reina su trágico destino, al producirse la toma de La Bastilla y precipitarse los acontecimientos. Hasta ese preciso momento nadie en palacio daba crédito a lo que iba a ocurrir y todos seguían llevando su modo de vida privilegiado, haciendo oídos sordos a las protestas del pueblo.

La vida cortesana de finales del siglo XVIII es captada con un estilo documental, ofreciendo una visión diferente de los hechos conocidos. En el relato de los últimos días del reinado de María Antonieta sale a relucir su esfera privada, mostrando la relación íntima con otras mujeres. El que su joven lectora fuera una especie de fan suya, hace que prevalezca la atrevida visión dada por Sofía Coppola, al describir a la reina como a una adelantada a su época, predecesora de las estrellas del pop.