Hoy, como ayer, la prensa de toda Europa se obceca en informar sobre un Nicolas Sarkozy pasado por agua y un François Hollande decidido a romper el cascarón de la socialdemocracia europea. Es indignante. Como si no hubiera cuestiones muchísimo más importantes que tratar. ¿Dónde queda, verbigracia, la impresionante carestía de los huevos? ¿Cuántos minutos de campaña electoral han invertido tanto Sarkozy como Hollande en abordar este tema? Dios, qué mediocridad. ¿Y dónde está el cuarto poder para reaccionar? ¿Cómo es posible que no digan esta boca es mía cuando la docena ha doblado su precio en un año? ¿Qué pasa, que odian la tortilla? No está de sobra repetirlo: qué mediocridad.

¿Alguien dijo Grecia? La Real debe de jugar alguna final por allí, porque en la tele han echado por unos segundos imágenes de un montón de banderas txuriurdin. Esta afición anima un huevo. Como la de Serbia, que también apareció en la tele, así como de pasada, jaleando a un tipo que pareciera haber ganado unas elecciones. Cosas de la tele, que si uno no está al tanto, ve tonterías.

Como el otra día, que apareció don José María Aznar, atusándose su no bigote con las yemas de sus dedos y exigiendo a Rajoy la derrota definitiva de su añorado MNLV «sin mentiras ni confusiones». Se ve que se les acaba la gallina de los huevos de oro y que ya no andan con reparos en tocar los de sus propios correligionarios. En fin, todo un revuelto de setas. Mientras nos aplicamos de manera unilateral un fungicida, veamos qué dice de interesante la prensa europea de la tortilla francesa. Uf, vaya resaca electoral. Esto no lo arregla ni un batido de huevos. Qué mediocridad.