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Victoria de Hollande, «au revoir» Sarkozy

 

François Hollande es el nuevo presidente de la República francesa tras haber batido a Nicolas Sarkozy por una diferencia ajustada. Las encuestas no se equivocaron y la anunciada derrota de su contrincante confirma una regla que se impone en la política europea: sean de derechas o de izquierdas, apoyen medidas de austeridad o de estímulo económico, los líderes europeos caen como fichas de dominó, y Sarkozy se ha convertido en el duodécimo desde el estallido de la crisis económica. La Bastilla vivía ayer una atmósfera de euforia, un fervor provocado por un «presidente normal», apodado «Monsieur Flamby» -en alusión a un dulce infantil francés-, de apariencia amable pero, a su vez, un político experimentado y astuto. Ha vencido al «presidente de los ricos», a quien decidía todo y era jefe de todo, centralizando todo el poder en sí. El estallido frenético de felicidad que se respiraba en París, seguramente celebraba tanto la victoria de Hollande como la derrota de Sarkozy. Porque las elecciones, sin duda, han tenido mucho de referéndum sobre su persona.

El triunfo de Hollande no solo ha cambiado el color político del Estado francés, ni es únicamente un acontecimiento raro en una Europa que ha oscilado hacia la derecha en los años recientes y que ha visto debilitarse enormemente a la socialdemocracia. Sus implicaciones son múltiples. Puede provocar un cambio en el enfoque de la Unión Europea en relación a la crisis de la deuda y las medidas de austeridad. Simboliza una brecha posible en el eje francoalemán, en el pacto de estabilidad fiscal impuesto por Merkel y Sarkozy, de consecuencias tan devastadoras para la construcción de la Europa social. Los resultados de las legislativas de Grecia, que redibujan completamente el mapa político y rechazan de plano las medidas que han llevado al colapso económico del país, inciden aún más en esa misma dirección.

Hollande no tendrá cien días de gracia. La deuda pública crece y el pago de los intereses es ya el segundo mayor gasto de Estado. Pero puede extraer una lección útil de su triunfo: cuando el sistema beneficia solo a unos pocos, los muchos deciden que ya es suficiente.

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