A Lakua le quedan deberes por hacer
Organizado por el Gobierno de Lakua, ayer comenzó en Bilbo el Congreso sobre Memoria y Convivencia, que durante los próximos días reunirá a diversas personalidades para hablar del nuevo tiempo que se ha abierto tras el cese definitivo de la actividad armada de ETA y, sobre todo, para poner las bases que permitan construir un relato a la medida de los organizadores. Porque de eso trata este evento, de dar carta de legitimidad a una versión de parte respecto a lo que ha ocurrido en este país en las últimas décadas.
Este congreso nace fundamentalmente de la constatación por parte del Ejecutivo autonómico de que el anuncio del 20 de octubre del año pasado le cogió fuera de juego, y de la necesidad de trasladar a la opinión pública vasca una imagen diferente, que difuminara el ridículo protagonizado entonces por el lehendakari. Igual que la ponencia constituida hace unas semanas en el Parlamento, o la creación de la figura del comisionado para la Convivencia y la Memoria, cuyo titular, Jesús Loza, no tardó en desacreditar, este congreso pretende escenificar que quienes hace seis meses no quisieron ser protagonistas de un cambio de ciclo histórico están ahora trabajando en la consolidación del nuevo escenario. Sin embargo, ninguna de estas iniciativas tendrá consecuencias prácticas más allá de la expectación artificial creada durante su escenificación.
Si realmente quisiera hacer una aportación a la convivencia, Lakua no habría puesto sordina a esa parte del relato colectivo de este pueblo que tanto incomoda al Estado y a su propio partido. Con menos medios a su alcance, la radio libre Hala Bedi demostró ayer que es posible dar cabida a todas las voces. El Ejecutivo tiene aún mucho trabajo por hacer, también en su propia casa: la ridícula sanción al ertzaina que destrozó la placa en recuerdo a Esteban Muruetagoiena es un ejemplo del sectarismo y falta de sensibilidad que impera en quien todavía pretende dar lecciones de convivencia.