Alfredo Villatoro ejercía el periodismo en una emisora de radio hondureña, pero esa práctica lo llevó a la muerte, como a otros muchos periodistas de su país, debido a la situación de alto riesgo a la que están sometidos la libertad de expresión y en general los derechos de los ciudadanos en Honduras; una situación que parte de un golpe de estado que contó con una tibia reacción, cuando no con un respaldo abierto, de la comunidad internacional, que luego dio por buenas unas elecciones organizadas por los partidarios del golpe, con el presidente legítimo depuesto cercado por el Ejército en la Embajada brasileña, de las que surgió un gobierno homologado de facto como democrático. Sin embargo, está a la orden del día la represión contra todo tipo de disidencia y contra minorías estigmatizadas, como podría ser el caso de la muerte, una semana antes que la de Villatoro, del activista homosexual, también reportero y miembro del Frente Nacional de Resistencia Popular Erick Martínez Ávila. Honduras es hoy un lugar de alto riesgo para el ejercicio del periodismo y para otras libertades, ante la indiferencia, cuando no con el apoyo, de quienes dicen velar por la salud democrática del mundo.