Los planos en los que transcurre la novela de Bulgákov, la llegada a la Rusia de los años treinta de Satán, la Judea de Poncio Pilatos y la propia peripecia del autor de la novela, plantean en cualquier dramaturgia escénica una serie de problemas que solamente la lucidez de Simon MacBurney y su equipo de creadores artísticos y técnicos, logran darles vida en el escenario y hacerse comprender. Sin una fórmula previa, ni un método transversal, sino aplicando unos principios y la imaginación al servicio del texto y de los actores, siempre muy bien acompañados por todos los dispositivos de luz, sonido, vídeo, efectos especiales para que la obra vaya cuajando desde la profundidad del discurso teatral, con el acompañamiento del texto, diseccionando las propuestas metafóricas originales para acercarlas o alejarlas de lo contemporáneo, pero siempre expresado con rotundidad interpretativa, teatral, espectacular.

Tres horas y media de espectáculo, una escenografía grandiosa, pero a al vez sencilla, dieciséis actores en escena, más técnicos de diferentes disciplinas, todo ello milimetrado, en una de esas ocasiones en donde existe un auténtico equilibrio entre lo material, lo tecnológica, con lo intangible, la sensibilidad, la poética dramática, la interpretación, coral o individualmente, tejiendo y destejiendo espacios, atmósferas, situaciones, entrelazando los tres planos del discurso, pero a la vez los tres planos de la puesta en escena, en un derroche de imágenes, detalles, sensaciones que transportan a los espectadores por mundos distantes, pero que son penetrados con relativa facilidad por la gran sapiencia de la dirección.

Si toda la puesta en escena es brillante, inconmensurable en ciertos momentos, es en la actuación, en el alto nivel general de los actores en personajes principales o episódicos, la ductilidad corporal para moverse de una determinada forma, la capacidad para acaparar atenciones en los momentos de protagonismo lo que resalta de manera muy positiva. Y dentro del elenco, el bizkaitarra César Sarachu, con dos papeles estelares, profundos, Jesús y la Muerte. Grandioso. Un gran espectáculo de un teatro de texto, actores y puesta en escena. Total.