Carlos GIL

Lo seres humanos tienden a devorarse entre ellos siguiendo consignas, himnos, banderas, impulsos telúricos, venganzas ancestrales. Es la guerra como la expresión del fracaso del género humano. Somos guerra, o efecto de la guerra, con todos los adjetivos que se le quieran añadir para disfrazarla, para dotarle de un sentido que escape de la desesperanza universal. La guerra mueve bajos instintos, pasiones, crueldades, amores, añoranzas, búsquedas. Y dinero, mucho dinero. El individuo convertido en número, en estadística. La soledad, el desamparo. Nuestra Historia, como señala Eugenio Barba.

En este paisaje aparecen los personajes de esta obra del Odin Teatret donde encontramos todos los resortes expresivos acumulados a lo largo de su trayectoria. Su depurada técnica, esa búsqueda en el interior de cada actor para ir construyendo un discurso colectivo que aquí, para señalar todavía más la globalidad del dolor, de la locura, se habla en euskara, checheno, español, rumano o danés. Los conflictos bélicos, la violencia anida en cualquier signo. Y en la puesta en escena se acumulan los lenguajes simbólicos, ese bloque de hielo convertido casi en una llama que quema, los retazos de una estética que se consolida de manera excelsa al ser expuesta con una precisión científica por el equipo actoral que mantiene en todos los instantes una tensión comunicativa de elevada energía, y que cantan, bailan, actúan o sobreactúan, siempre manteniendo unas claves reconocibles y que se mueven dentro de un espacio que acumula significantes, imágenes, que en el desarrollo dramatúrgico se destruye y recompone con sutileza narrativa.

Espectáculo total, que pide aportación del espectador para completar cada fragmento, que mantiene todos los materiales interpretativos, físicos, vocales, musicales, espaciales, de puesta en escena y de concepción de este legendario grupo. Pero que sigue llegando con fuerza a los espectadores, porque su actitud ante lo que nos cuentan es nítida, es una toma de postura ética, que se transforma en una expresión estética muy contundente, sin fisuras, con todo el equipo actoral aportando su sabiduría y su calidad artística. Muchos años para el Odin.