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Raimundo Fitero

27 segundos

 

Dicen que emitieron la versión corta del himno porque presidía el partido el cuñado de Urdangarin y no el suegro. Para la realización de TVE, que fuera corto o largo, le daba igual, ellos debían hacerlo sonar por encima de la realidad. De una realidad que los propios comentaristas en directo señalaron como una gran pitada, bronca, abucheo e insultos a Esperanza Aguirre, que no estuvo en el palco porque seguramente salió de marcha con los del aguilucho y la esvástica, que proclamaron la capitalidad del fascismo para Madrid. Una Madrid, la ciudad, y muchos de sus habitantes, que no se merece a los dirigentes que tiene.

La retransmisión del partido por la señal institucional de TVE fue tan correcta como anodina. Los prolegómenos y el post, se mantuvieron en el mismo tono de centralidad imposible. Lo que es cuestión de fútbol, parece que se acabó en una media hora de unos tipos que jugaron muy bien, le querían hacer un regalo de despedida a otro tipo, llamado Pep, que lo deja por cansancio, y que los leones solamente supieron hacerle un pasillo mental, aunque demostraron tener una afición mundial, gloriosa, fiel, ingenua como pocas y que no se cansa de barnizar la gabarra.

Las imágenes que no se pueden subir ni bajar de volumen son elocuentes. Dos aficiones que fueron a disfrutar de una gran oportunidad, que mostraron sus ansias de independencia, que convivieron de manera cívica, y que proporcionaron una pasión en las gradas merecedora de mejor trato informativo desde la caverna. La imagen final de los integrantes de la plantilla del ganador haciendo una suerte de sardana, con la copa en el césped junto a la ikurriña y la senyera vale por dos mil tertulianos enloquecidos. Lo de «Marca TV», por ejemplo, en el post fue de risa. Una de esas entregas cafres, trogloditas, aberrantes. Decían que no se podía hablar de fútbol porque no hubo. Eso sí, los veintisiete segundos del himno y la pitada y sus comentarios integristas y anti vascos y catalanes les dieron para dos horas de programa demencial. El cabreo no era por la pitada, sino que Mourinho estaba dando charlas por Turquía. Envidia. Falta de oxígeno democrático. Problemas de riego deportivo.