Rememoraba un viejo conocido de Marcelo Bielsa durante su periplo por el fútbol mexicano hace casi veinte años, que cuando el equipo ganaba, el técnico argentino y sus colaboradores salían a comer o cenar fuera, pero cuando perdía «era del entrenamiento a la casa y de la casa al entrenamiento. Llamábamos a su mujer y nos decía: `ya sabes, está debajo de la cama'». Puede que el rosarino se haya aislado estos días, tras la segunda final perdida en apenas tres semanas, aunque tendrá que salir al menos para `negociar' con el presidente rojiblanco Josu Urrutia su continuidad la próxima temporada. Es el asunto que más preocupa ahora a la afición y por cuya respuesta algunos pagarían más que los que llegaron a ofrecer dinero al personal de seguridad del Calderón por sus chalecos para lograr ver el partido o quienes trataban hasta de `comprar' una credencial de prensa.

La resaca del día después de la frustrada final copera, más allá de los setenta atendidos por los servicios sanitarios en la `Athletic Hiria'; de los tres hinchas rojiblancos arrestados acusados de resistencia, desobediencia y atentado contra agentes de la autoridad, y un cuarto por atentado a agente de la autoridad e injurias a la Corona; de los más de 7,7 millones de personas que siguieron el choque por televisión; o de las kilométricas retenciones en la mañana de ayer a la salida de Madrid, lo que nos deja es la duda de si el técnico argentino continuará al mando de la ilusionante nave rojiblanca. Ayer, ni siquiera se sabía cuándo sería el próximo entrenamiento del equipo en Lezama.

Desde el club se volvió a reiterar tras la final que Bielsa es la única opción en mente. En la grada del Calderón, más de veinte mil gargantas le entonaron el «¡quédate!», probablemente el momento más emotivo de toda la noche. El técnico lo agradeció a su modo, al confesar que «el Athletic es una experiencia que cualquier hombre que ama el fútbol agradece haber vivido». Pero al mismo tiempo se mostró `bielsísticamente' decepcionado por no haber podido concretar ninguno de los objetivos que con el final de temporada se presentaban en las tres competiciones. Perder las dos finales «de forma justa» y por tres goles «opaca todo el desarrollo anterior», elevó el listón.

El rasero de la autoexigencia

Probablemente nadie sepa lo que pasa por su cabeza ahora mismo y cuáles son sus intenciones. Una mente compleja pero a la vez cristalina en sus reflexiones en voz alta. Y preso de ellas o no en sus futuras decisiones, en cierta ocasión de su etapa mexicana el propio técnico llegó a teorizar cuando afirmó que «en la medida en que uno se compromete con lo afectivo exageradamente, como me pasó en Newell´s, hay más decepciones que satisfacciones. Allá comprendí que el fútbol es mi profesión y no mi vida».

Pero que Marcelo Bielsa se exprese con un grado de autoexigencia tal no debería extrañar a nadie. La cuestión es si ese imperativo tan elevado debe ser el rasero con el que calibren la temporada no solo la afición sino el propio club. Bielsa y Athletic serán un «binomio explosivo», prometió Josu Urrutia en campaña electoral, y esa comunión quedó patente el viernes. Otra cosa bien distinta es que los objetivos últimos de entrenador, club y afición tengan que ser o vayan a ser los mismos.

Es cierto que la pérdida de dos finales necesita de una reflexión sobre todo de aprendizaje cara a la próxima campaña. Pero no lo es menos que la temporada ha sido histórica para el club rojiblanco y que el fútbol desplegado por el equipo se ha ganado a la afición. Algún jugador significado en el vestuario recordó tras el ya legendario choque de Old Trafford que «dentro de 50 años, a los que sobrevivan o sobrevivamos, nos preguntarán por este partido». Hasta es probable que el parón futbolero en la Liga se haga largo este verano, esperando con ansiedad comprobar si el equipo es capaz de dar otro paso más y mejorar esta temporada.

La cuestión es si lo logrado satisface a Bielsa tanto como para quedarse o incluso para irse. La pregunta es ¿en qué medida afectará el resultado de la final de Copa en su decisión? ¿Tiene una deuda pendiente Bielsa con este club, este equipo y esta afición, como es darle su largamente ansiado título? ¿Cree, por el contrario, que su labor está hecha, que ha dejado puestos los cimientos para un futuro equipo campeón? ¿Incluso que, como él mismo decía, ese afecto incondicional de la grada puede darle más decepciones que satisfacciones y tener miedo de «no estar a la altura de su público» como se lamentó tras la derrota ante el Barça?

En sala de prensa el viernes se refirió también al futuro de esta plantilla, al analizar sobre ella que no sabe si ha tocado techo porque «se pueden hacer dos lecturas sobre un equipo muy joven. El equipo tiene espacio de crecimiento. Si me guío por las condiciones creo que hay margen de crecimiento, pero también evalúo el grado de sobreexigencia, esa dureza constante para asimilar que cada tres días son partidos a todo o nada».

Lo que está claro es que los parámetros que Bielsa maneja a la hora de decidir su continuidad no son los mismos que la afición o incluso el club. La temporada para Josu Urrutia no ha acabado: debe `atar' al rosarino aunque sea con un contundente «¡Bielsa quédese, carajo!» y ello sin olvidar que tiene pendientes de renovar a Llorente y Amorebieta. Y eso sin hablar de posibles fichajes. ¿Quién dijo verano sin fútbol en rojo y blanco?