Antonio Alvarez-Solís | Periodista
El silbo canario
Si no la atribuyo a un arrebato fascista, no me explico la indignación de la presidenta de esa absurda Comunidad de Madrid, Sra. Aguirre, ante el concierto de silbidos con que catalanes y vascos recibieron el himno y la bandera de España en el partido final de Copa. No se puede mostrar esa irritación ante la libre manifestación del pensamiento. Silbar es una expresión de ideas o una definición de postura. Un lenguaje. Por lo tanto, hay que mostrar ante él la correspondiente atención para captar su contenido. Por lo menos así lo hacen los habitantes de la isla canaria de la Gomera cuando escuchan el silbido de un vecino. Un gomero que silba quiere decir algo, advertir algo o solicitar algo. Los catalanes y vascos que chiflaron poderosamente en el estadio del Manzanares manifestaban su aspiración de libertad, su democrática pretensión de un marco democrático en el que exponer su voluntad de soberanía como naciones. Claro que para conseguir todo eso hay vías como la expresión verbal, pero España desprecia los caminos de esa naturaleza. A España hay que silbarla o tocarle el tambor como en Calanda. En tal situación, el silbido se convierte en una herramienta de primera necesidad. Yo, por ejemplo, que no sé silbar, pensé que de haber estado en el Manzanares habría tenido que pedir a un espectador vecino que chiflase por mí un poco. Y no para abochornar al príncipe, a la bandera española o a la Sra. Aguirre, sino para expresar sintéticamente mi alma vasco-catalana como recipiente de libertades, ya que no hacen caso a mi palabra. Soy gomero por necesidad. Profundamente liberal; rojo, pero liberal. Ser liberal es un comportamiento higiénico, como la ducha por la mañana. ¿O acaso no se ducha por la mañana la Sra. Aguirre?