Los afectos al unionismo español reclaman, en una nueva campaña de corte sufragista, el derecho de un número determinado de ciudadanos residentes por ahí a votar al PP en la CAV sin que se les requiera para ello los requisitos exigidos al resto de ciudadanos del mundo. La exención del obligado empadronamiento y otras minucias vendría dada por su condición de «exiliados» por ETA, y el número, contundente, redondo y lleno de ceros, lo cifran en 300.000. «Este número -se explica Angel Fernández en Aragón Liberal- es más o menos la misma cantidad de adhesiones que suele recibir el PNV, o que logró Bildu en las elecciones municipales del año 2011». Más o menos, solo. Luego, cualquier parecido con lo que ustedes están pensando, es pura coincidencia. A mí me dio la sensación de que se ruborizaba el navegador, pero será cosa mía porque no consta en ningún sitio que los navegadores lleguen a sufrir de vergüenza ajena. Fernández, ni ajena ni propia: su ánimo, que se adivina algo maltrecho, está absorto en el «desafío separatista que es necesario contrarrestar». En cuanto a Nafarroa, no se conoce el número, pero atendiendo a la cuenta de la vieja y al «más o menos» correspondiente, me salen a mi 43.000 «exiliados» más para contrarrestar. Me gusta eso de «contrarrestar»; queda más fino que «pucherazo».

Pero lo extraño del caso de los «exiliados» no es que coincidan con tanta exactitud con los votos de Bildu. Ni que sean demasiados miles para una población que no alcanza los tres millones de habitantes. Lo que es raro, pero raro, raro, es que PP y UPN hagan tanto para que puedan votar y nada para que decidan volver. Será que hay muchos por ahí que ni saben ni sienten lo que es verdaderamente el exilio.