Paradigmas de un modelo nocivo
Mientras los alcaldes de Agoitz, Orotz-Betelu, Artzeibar y Longida daban cuenta en el Parlamento de Iruñea de la situación en la que se encuentra la comarca, la plataforma Agoitz Bizirik reflejaba en el exterior el enfado de sus habitantes por el desenlace de una historia que comenzó hace veinte años y que ha estado trufada de engaños, promesas incumplidas y mucha imposición. Lo ocurrido allí es el paradigma de un modelo nocivo, pernicioso social, económica y medioambientalmente, que sin embargo impera todavía en muchas instituciones. Sin salir de Nafarroa, el plan para incinerar residuos urbanos en Olazti es un vivo ejemplo de ello.
En Euskal Herria sigue estando muy presente el modo en que se construyó el pantano de Itoitz, la contestación social que hubo y el modo en que esta fue reprimida. Tampoco son desconocidos los incentivos que los promotores de la infraestructura ofrecieron a los vecinos de la zona al objeto de contrarrestar los evidentes perjuicios que iban a soportar. Dos décadas después, aquel proyecto no es rentable, buena parte de las promesas se las ha llevado el aire, algunas de las infraestructuras construidas como «compensación» son un lastre y el paro se ha visto incrementado en un 60%.
Desgraciadamente, aunque quienes hipotecaron el futuro de la zona y engañaron a sus vecinos han quedado en evidencia con el tiempo, algunos daños son irreversibles. Sin embargo, no sucede lo mismo con los planes que Portland tiene previstos para la Sakana ni con tantos otros que se encuentran en fase de construcción o en proyecto en Euskal Herria, también calificados como «estratégicos», como en su día lo fue Itoitz. El pantano debe servir de ejemplo y advertencia. Ejemplo de que el modelo de desarrollo que nos están vendiendo algunas instituciones no sirve; advertencia de que hay que frenarlo cuanto antes, porque dentro de veinte años puede ser demasiado tarde.