Esther Ferrer (Donostia, 1937) es una personalidad clave en «nuestro arte». Su vida y su práctica artística se entrelazan dando forma a una trayectoria firme pero a la vez cercana, sin concesiones pero siempre comprometida con su condición de mujer artista. La fotografía, la instalación pero sobre todo la performance (el arte de la acción y del cuerpo como soporte artístico), es su territorio creativo natural, en el que es más reconocida y en el que ha demostrado siempre su humildad y su coherencia creativa.

Desde los primeros años sesenta la donostiarra Esther Ferrer ya colabora con la Asociación Artística de Gipuzkoa, siendo presidente Amable Arias. Más tarde y junto a José Antonio Sistiaga pone en marcha una experiencia educativa experimental para integrarse a partir de 1967 en el grupo ZAJ, creado por Ramón Barce, Juan Hidalgo y Walter Marchetti en 1964. ZAJ desarrollaba por entonces la música de vanguardia y de acción, influenciado por el neodadaísmo y por el zen, pero sobre todo por la figura y el pensamiento del compositor John Cage. El impulso vanguardista de este colectivo es fundamental para el desarrollo de la música y de las artes plásticas en el Estado español, el grupo participó en los «Encuentros de Pamplona de 1972» y en numerosos museos de Europa y América.

Esther Ferrer retoma en los años setenta su producción plástica con la fotografía, la instalación y la producción de objetos y da un nuevo impulso a la práctica de la performance. Ha presentado sus acciones y ha impartido seminarios en numerosos festivales, centros de arte y universidades. En 1999 representó al Pabellón Español de la Bienal de Venecia y en 2009 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas. La artista, afincada en París, presentó a finales del pasado año en Artium la muestra «En cuatro movimientos», un magnífico repaso a algunos de sus más destacados proyectos, pero sobre todo nos obsequió con una performance en las que como siempre, cautivó al público. Para el recuerdo.

Esther Ferrer nos sirve de conexión con la historia reciente del arte contemporáneo. La fuerza que transmite su persona, su palabra y su obra la convierten en una figura querida por la gente, más allá de los límites del arte, esos límites que precisamente ella siempre quiso poner en cuestión...