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Azerbaiyán, a medio camino entre cuatro mundos

Desde que la nación azerí recuperó su independencia hace ya veinte años está intentando combinar varias y muy diferentes influencias para crear un Estado próspero y moderno, pero fiel a sus tradiciones y sin ignorar su pasado soviético. Un camino que no está exento de problemas.

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Pablo GONZÁLEZ

Azerbaiyán vive rodeada e influenciada por cuatro maneras diferentes de entender el mundo. Por un lado está la manera rusa, soviética durante muchos años, y es que azeríes y rusos comparten, además de la frontera, un largo pasado en común. Por otro, la república islámica de Irán, que comparte frontera y religión y, además, acoge a una gran diáspora azerí. La tercera influencia es Occidente, al que los dirigentes azeríes sitúan como su referente para el desarrollo político y social. El cuarto elemento es un modelo económico semejante al desarrollado por los países del Golfo Pérsico exportadores de petróleo.

Bakú, capital azerí y centro político y económico del país, refleja fielmente esta mezcla de estilos. En la ciudad se pueden ver modernos rascacielos similares a los edificios más emblemáticos de lugares del golfo Pérsico como Dubai, que dan paso en determinadas zonas de la ciudad a mezquitas abarrotadas durante las horas de rezo y a mujeres que visten el hiyab y se cubren el rostro. Sin embargo, es igualmente sencillo encontrar a jóvenes de aspecto occidental que conducen coches deportivos de lujo. El pasado reciente se aprecia en los edificios de estilo soviético esparcidos por todas la ciudad. La herencia de la URSS y las relaciones con Rusia también se dejan sentir en la gran cantidad de azeríes que hablan ruso en su quehacer diario.

Esta sociedad azerí de múltiples caras disfruta de un nivel de vida relativamente alto en comparación con otros países de la extinta Unión Soviética en la región. De hecho, Azerbaiyán representa cerca del 80% de toda la economía del Cáucaso Sur. Esto es así gracias a que el país obtiene unos suculentos beneficios de la colaboración con compañías occidentales como British Petroleum para la exportación de crudo. El Gobierno invierte una buena porción de estos beneficios en la población. Un ejemplo son las grandes facilidades de las que disponen los jóvenes azeríes para formarse y ser competitivos incluso en comparación con los jóvenes europeos.

Sin embargo, la favorable situación actual no está exenta de problemas, ya que se ha conseguido limitando algunas libertades o, como prefieren decir en Azerbaiyán, simplemente no llegando a aplicarlas. Para ellos, es un desarrollo evolutivo que debe llevar al país del sistema soviético a la democracia occidental y reconocen que todavía están lejos del objetivo final y que hay varias cuestiones que resolver. Un ámbito en el que hay un gran margen de mejora, como reconocen en el país, es el de la corrupción, pero las cuestiones más mediáticas al referirse a Azerbaiyán son la falta de libertad de expresión y de libertades políticas. Es cierto que existe una gran cantidad de medios de comunicación y que hay opciones políticas diferentes al partido en el poder, Nuevo Azerbaiyán, pero ni esos medios ni esas formaciones políticas pueden hacer la más mínima sombra o disputar el poder a los actuales dirigentes del país.

Uno puede imaginar un Estado que, en mayor o menor medida, controla a la oposición, como ocurre en Georgia o en Rusia, o un Estado policial que vigila directamente a sus ciudadanos, como Bielorrusia, pero la situación en Azerbaiyán difiere de esos escenarios. Es cierto que el Estado ejerce cierto control sobre prensa y partidos políticos, pero es una cuestión menor en comparación con otros factores como la popularidad de la que goza entre la población el presidente, Ilham Aliyev, heredada en su mayor parte de su padre, Heydar Aliyev, considerado el «padre de la nación».

Fue Aliyev padre quien consolidó la independencia azerí y empezó la transformación que continúa hoy día. El respeto del que gozan los dirigentes del país se apoya también en la organización paternalista de la sociedad azerí, en la que el respeto a los mayores, especialmente hombres, está muy arraigado. También contribuyen a fortalecer la posición de sus líderes algunos elementos heredados de la época soviética, pero adaptados a los intereses de un Azerbaiyán independiente. Así, podemos encontrar un departamento del partido destinado a asuntos de ideología, que, al más puro estilo soviético, trabaja con los jóvenes para inculcarles el respeto por el país y por sus dirigentes y animarles a estudiar y participar en actividades sociales.

Son estas nuevas generaciones de azeríes, nacidas y formadas en un Azerbaiyán independiente las que tendrán la misión de crear un Estado con más opciones políticas. Los actuales líderes consideran que la sociedad todavía no ha madurado lo suficiente para un sistema totalmente abierto, pero están poniendo las bases para que con el paso de los años el nivel de apertura sea cada vez mayor.

Todo ello hace que Azerbaiyán sea una nación que lejos de romper de manera drástica con su pasado lo utiliza para desarrollar una identidad propia que se enriquece con diversas influencias. Los azeríes construyen un Estado que se asemeja en su estructura económica a las monarquías exportadoras de petróleo del Golfo Pérsico, con una población mayoritariamente musulmana chiíta como Irán, que aprovecha parcialmente la herencia soviética y se marca como objetivo a largo plazo convertirse en una sociedad con las libertades occidentales.

 

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