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Fede de los Ríos

La estulticia que todo lo inunda

 

Encontrábase este servidor de ustedes en amigable cháchara con una telefonista de Jazztel de nombre Melody (la greicidad de la Y es presunción mía) explicándole, de manera amable, que la suya era la trigésimonona llamada de la semana y, como había referido a sus treinta y ocho compañeras anteriores que habían interrumpido el normal y apacible discurrir de mi cotidiano, merecido o no, descanso después del trabajo (bien siesteando o leyendo, alguna vez en la ducha e incluso durante la evacuación de las heces) que seguía declinando la oferta que, a fin de mejorar mi capacidad de ahorro, me hacía la empresa para la que ella trabajaba.

Le solicité, rogué, imploré, como acostumbro a hacerlo desde hace ya varios años, que por lo que más quisiera... bien por su mamacita, bien por sus queridos hijos, los nacidos y los todavía por nacer; o bien por la virgencita de Guadalupe, la bachata, el reggaetón o el movimiento pélvico de Ricky Martin... que me quitase de la lista de posibles clientes. Le expliqué cómo, en un mismo sábado, me habían llamado cinco teleoperadoras para ofrecerme idéntica oferta. Le dije que si un día me interesase lo publicitado en periódicos, internet, vallas publicitarias, radio y televisión, yo mismo llamaría a Jazztel y preguntaría por Melody, por aquello de la comisión. Le pregunté si me había entendido. Contestó: «¡Claro que le entiendo Sr. de los Ríos! Llamo para ofertarle la posibilidad de rebajar su factura telefónica».

- ¿No percibes mi desinterés? Y que tampoco quiero ser importunado en casa ¿Resulta tan complicado de entender?

-«Pero Sr., no me ha dejado explicarle en qué consiste la oferta ¿Cómo sabe que no le interesa?».

Al momento noté una subida de presión arterial y un aumento en el volumen de la bolsa escrotal (ese saco de piel rugosa con pelillos que alberga los testículos y que, desde la base del pene, acostumbra a colgar entre las piernas). Intenté respirar tres veces y lo conseguí tan solo dos. «Mira Melody querida, entiendo que, entre tener que vender algunos de los órganos dobles que la naturaleza nos dio o vender el cuerpo para uso sexual de extraños, socialmente sea considerado más digno el llamado trabajo de «teleoperadora». Sé de lo canalla del hambre. Pero también, que la identificación del trabajador con los intereses de la empresa reduce a este a la condición de imbécil. Así que si eres tan amable, ya que tu empresa, una subcontrata imagino, y el resto de subcontratas del deslocalizado mundo que trabajan para Jazztel tienen mi número de teléfono, facilítame el de Leopoldo Fernández, presidente de Jazztel y el hijoputa responsable de la invasión de mi intimidad y de que tú y yo estemos manteniendo tan delirante diálogo. Que yo le llamaré (clic, se oyó al otro lado)... para dialogar largo y tendido con semejante cabrón. Melody había colgado.

A lo que iba. Después de platicar con Melody, oí en la radio a Ana Botella: «Nuestro credo político tiene unos puntos muy claros, que son Grecia, Roma, el cristianismo y Europa».

No llegué al retrete. Ahí mismo me cagué.

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