ELKARRIZKETA | Amal Ramsis, cineasta egipcia
«La revolución egipcia es un proceso largo: no podemos decir que haya fracasado»
Amal Ramsis es autora de los documentales «Solo sueños» (2005) -donde varias mujeres egipcias relatan la presión a la que están sometidas y lo que sueñan cada noche- y «Prohibido» (2011), que recoge la vida cotidiana en El Cairo antes de las revueltas del 25 de enero de la plaza Tahrir. Esta última podrá verse el lunes, en Bilbo, dentro de la «Caravana de Cine de Mujeres Árabes-Iberoamericanas».
Alvaro HILARIO | BILBO
A Amal Ramsis la revolución del 25 de enero le sorprendió encerrada en su estudio de El Cairo terminando de montar su última obra, «Prohibido», un documental que habla de todo aquello que esta censurado o mal visto en Egipto. Con la película casi lista, se echo a la calle para plasmar lo que acontecía. Estos días se encuentra en Bilbo impartiendo un curso de video, «Mujeres en correspondencia», dirigido en exclusiva a mujeres no profesionales en el ámbito audiovisual. Está coordinado por la asociación cultural Cinerizadas, la productora egipcia Klaketa Árabe y la ONGD Kultura Communication y Desarrollo KCD.
Eres licenciada en derecho e incluso ejerciste tres años.
Desde Nasser la educación es gratuita y obligatoria. Ahora, solo lo es en teoría, porque es mucho el dinero que se debe pagar. Yo estudié derecho y ejercí tres años. Lo dejé porque la corrupción en el ámbito judicial es enorme, amén de la burocracia. Después, decidí empezar a hacer cine, a hacer cosas. Cuando empecé a estudiar más en serio recibí una beca para estudiar en Madrid (En 2002 obtuvo una beca para cursar la carrera de Realización Cinematográfica en la Escuela de Cine y Televisión Séptima Ars de Madrid).
La tecnología de la imagen se ha abaratado en los últimos años. ¿Ayuda esto a democratizar el medio?
La tecnología ayuda, pero el mercado sigue siendo el mismo: se puede hacer una película, pero hay que ver qué tipo de película llega a una sala comercial, qué tipo de distribución hay;la taquilla manda. En este sentido, no podemos hablar de democratización del cine o los medios de comunicación. Sucede que, en los últimos años, la gente buscaotras vías de exhibición y producción, fuera de la distribución clásica. Hay espacios alternativos, solidarios que trabajan para que películas como las mías salgan a la luz. Todo esto es una lucha diaria.
La tecnología sola no democratiza los medios. La voluntad de crear otros medios de comunicación, por ejemplo, sí ayuda. Se ha hablado mucho de que la revolución de egipto fue la revolución del feisbook y el twiter, pero las redes sociales no han hecho la revolución. En Cuba, aunque la gente se informaba a través de la radio, nadie le llamo la revolución de la radio.
Hay que saber utilizar los nuevos medios para transmitir otro tipo de mensajes. Hay millones de personas militando, criticando, escribiendo, saliendo a la calle: creo que estamos creando otro tipo de comunicación.
El tema palestino, los contratos de gas con Israel, ¿han jugado un papel central?
Los contratos del gas y la corrupción unida a ellos eran uno de los temas candentes antes de la revolución; cerrar la frontera con Gaza era otro de los temas que creaba malestar en la sociedad egipcia. Egipto, económicamente, está ocupado por Israel y EE.UU.; se acumulaban motivos para el descontento.
La clase en el poder -en modo alguno podemos habla de una clase revolucionaria- no ha renegociado los contratos del gas. De hecho, a Israel se le cortó el gas por año y medio de impagos. Pero durante ese año y medio no pasó nada. En Gaza no hay suministro de energía e incluso el mismo Egipto está ahora sumido en una crisis energética, pero Israel tiene gas.
El ejército egipcio está financiado por Israel y estados Unidos.
No sé de Israel, pero recibe muchos fondos de los Estados Unidos que nadie sabe por qué, para qué o a dónde van y cómo se gestionan. Por otro lado, los dineros militares no constan en los presupuestos generales del Estado; no rinden cuentas a nadie.
Los militares nunca han perdido el poder.
Solo se ha cortado la cabeza del monstruo. Eso que solo se ha condenado a Mubarak que, por edad, raro será que cumpla más de uno o dos años de condena.
¿Fracasó la revolución?
Es un proceso mucho más complejo y largo de lo que se ve. Hace un año que comenzó la revolución verdadera: la gente está manifestándose en Tahir y demás plazas del país en contra de las sentencias y del proceso electoral. No estamos demandando la constitución de un parlamento, la sustitución de un presidente por otro. Esta imagen la dan los medios de comunicación, que hablan de democracia en exclusiva.
Además de democracia, se pide cambio y justicia social. Todo el país está saqueado y las elecciones no son la solución. Hay la misma corrupción y, además, no se ha perseguido, no se ha condenado ningún caso de corrupción de los miles que se han conocido tras la revolución. Otra de las demandas ha sido poner topes salariales en la función pública. Las diferencias entre trabajadores normales y las cúpulas de los ministerios, son escandalosas. No hay máximos y mínimos porqué es el modo que tienen de robar.
La democracia no consiste en tener elecciones. La gente sigue en la calle y las huelgas se multiplican: nunca en los últimos 30 o 40 años hubo tantas protestas ni tantos sindicatos independientes.
La gente se sigue movilizando: no podemos decir que la revolución haya fracasado.
Divorcio entre pueblo y poder.
La clase dominante tiene muchos intereses comunes con Estados Unidos y con Europa. La lucha va a ser muy larga y recién estamos empezando.
Tampoco quiero olvidar a los mártires de la revolución. Se habla, nada más, de los caídos el 25 y el 28, del comienzo de las protestas; pero, desde entonces, todos los meses tenemos 30, 40 o 70 muertos en diversa matanzas, como la del estadio de fútbol. Sucede a diario y no se habla de ello ni de la respon- sabilidad del ejército porque todo el mundo, incluídos los Hermanos Musulmanes, andan en tratos con ellos.
En tus dos películas has intentando dar a conocer la situación de Egipto, ¿ha cambiado algo más desde entonces?
A nivel de las prohibiciones no ha cambiado nada, pero sí a nivel de la gente, del nacimiento del activismo, del hablar sin miedos, de modo franco, valiente. Ahora hay muchas personascomo los protagonistas de mi documental -jóvenes, mayores; hasta los niños se han inventado sus juegos a cuenta de la revolución-. La gente ha cambiado. En solo cuatro días se han limado las diferencias, en pos de la unidad, que existían entre los grupos contrarios al continuismo; es significativo. Se ha desenmascarado el programa de los Hermanos Musulmanes: reducido a pedir el voto para zafar del continuismo del otro candidato.