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Los vientos de la Historia soplan más rápido que las campañas políticas

Tras una campaña intensa y larga que tuvo colofón ayer con la gran marcha de Iruñea, la ciudadanía vasca se ha reencontrado con un episodio clave de su Historia: la pérdida de la soberanía hace 500 años. Sin embargo, no ha sido el pasado, sino el futuro el que ha terminado dando pleno sentido y gran potencialidad a toda esa dinámica. En las calles de la capital navarra confluyeron ayer independentistas, euskaltzales, abertzales, federalistas, republicanos... pero también gentes movidas simplemente por su alarma por el porvenir inmediato, personas que se vienen movilizando semana a semana contra los recortes o las macroinfraestructuras sin sentido, que demandan el trabajo que no tienen, que temen perder sus ahorros o sus viviendas, que repudian que la educación o la sanidad puedan convertirse en objeto de lujo... Personas, en suma, que exigen un cambio ya y que han precipitado la caída del Gobierno de coalición UPN-PSN. La agenda real actual, la de la Euskal Herria de 2012, se ha solapado inevitablemente con la reivindicación histórica que traía consigo en origen la iniciativa Nafarroa Bizirik, y esa confluencia le ha dado aún más fuerza.

En términos académicos, la discusión planteada por quienes decidieron dar esta batalla hace ya un par de décadas concluye con un éxito rotundo. Hoy es el día en que los mandatarios de UPN, tan españolistas y tan poco navarristas, tienen que dar por bueno a regañadientes que lo que se produjo en 1512 fue una conquista militar con todas las letras. Las únicas resistencias se resumen en sinsentidos como el lanzado por Felipe de Borbón en Leire, para quien con aquella derrota «Navarra continuó el destino hispánico que siempre tuvo desde antiguo», que evidencia la pobreza intelectual y la falta de sentido de la realidad del personaje y de la institución a la que representa. Sin embargo, la batalla ideológica ganada en torno a lo ocurrido hace 500 años -quince generaciones- puede quedarse sin efectos prácticos si no se une a la realidad actual. La razón se queda corta si no se acompaña de un análisis y una práctica adecuados a las circunstancias históricas. Son muchos los pueblos cargados de razones, como este, que siguen sin adquirir o recuperar su condición de Estado.

Escocia y Catalunya; Ucrania y Chechenia

Las iniciativas soberanistas en Escocia y Catalunya también se apoyan en referencias históricas. Así, Alex Salmond plantea hacer coincidir el referéndum con el séptimo centenario de la Batalla de Bannockburn, cuando los escoceses vencieron a un ejército inglés (1314). En Catalunya se sueña con el mismo año en el que se cumplirá el tercer centenario de la capitulación de Barcelona ante Felipe V (1714). Sin embargo, en ambas naciones cobra fuerza la idea de que la opción de la independencia solo triunfará si la mayoría de la población percibe con claridad que con ella tendrá un futuro mejor. La esperanza del futuro tiene una potencialidad movilizadora mucho mayor que la nostalgia del pasado. En cualquier caso, no son incompatibles, sino que se retroalimentan.

Mirar a los movimientos recientes en el mapa europeo también resulta didáctico. El mayor terremoto reciente se produjo a inicios de los años 90, y no precisamente porque ciudadanías como la lituana, la eslovena y tantas otras hubieran descubierto en ese momento su ansía de soberanía, sino porque supieron aprovechar un factor externo inesperado: la implosión de la Unión Soviética y Yugoslavia tras la caída del muro de Berlín. Estos días vemos a Ucrania o Croacia disputar la Eurocopa de fútbol y presentarse ante el mundo como estados con total normalidad, pero hace 25 años ni siquiera aparecían en el imaginario colectivo europeo. Sin embargo, conviene también recordar que no todos los que estaban agazapados esperando su ocasión han logrado salir a flote: Chechenia puede ser el caso más dramático.

Un contexto en cambio acelerado

Los vientos de la Historia soplan muchas veces de modo imprevisto, y a los pueblos les corresponde estar muy atentos para saber aprovechar el aire cuando viene de cola. En este momento histórico, Europa aparece barrida por un vendaval en forma de crisis económica que llega al extremo ibérico convertida en auténtico tornado que ha dejado al aire todos sus entramados de poder, desde la Monarquía a la Banca y desde la Judicatura a su marco autonómico. No es difícil establecer un paralelismo con aquellos desplomes de la URSS y Yugoslavia. Pero está por ver si Euskal Herria sacará partido de ello.

La realidad económica y social camina a tal velocidad que amenaza con llevarse por delante todas las agendas prefijadas. Ha terminado actualizando la dinámica del quinto centenario (¿ha hecho más independentistas en los últimos meses Nafarroa Bizirik o el propio Estado español?). Y del mismo modo podría condicionar o modificar cualquier otro esquema, incluido uno tan sensato como la hoja de ruta para la resolución del conflicto político en Euskal Herria. Es vital estar muy atento al presente, más que al pasado; a la ciudadanía, más que a los aparatos de poder, y a la realidad de los hechos, más que a los diseños preconcebidos.

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