crónica I HOMENAJE Y PETICIÓN DE PERDÓN DEL AYUNTAMIENTO
Exprisioneros vuelven 75 años después al campo de concentración de Urduña
Juan Larrinaga y Tário Rubio volvieron a un campo de concentración de oscuros recuerdos, 75 años después, una mañana soleada, junto a familiares de otros prisioneros, procedentes algunos de Catalunya, Málaga y el Estado francés. El Consis- torio, en nombre de los urduñarras, les pidió perdón. Un monolito mantiene viva su memoria.
Nerea GOTI I
Dos exprisioneros del campo de concentración de Urduña, Juan Larrinaga y Tário Rubio, volvieron ayer al patio en el que 75 años atrás conocieron las penurias del hambre, el hacinamiento y la violencia del bando contrario, particularmente de aquel manco que muchos recordaron antes incluso de cruzar los muros del que hoy es el Colegio de Los Josefinos. «Mató a un preso de un garrotazo en la cabeza», relataron quienes padecieron su saña en primera persona y asintieron quienes le conocían desde fuera o habían oído hablar de un personaje que dejó una negra huella en Urduña.
Nada más salir de la plaza, Rubio y Larrinaga señalaron prácticamente a vez los lugares en los que se encontraban las garitas de los guardianes, al igual que un vecino de Urduña, entonces un niño de doce años, que en más de una ocasión pudo entrar a llevar sacos de hoja de maíz seca, enviados por el cura, para que los prisioneros no durmieran sobre el cemento. Él también conserva el recuerdo imborrable del hombre manco que hacía levantarse a garrotazos a hombres debilitados y enfermos por el hambre, que apenas conservaban fuerzas para moverse, ni ha olvidado los carros que salían con cajones para trasladar a los muertos.
Joseba Egiguren, autor del libro «Prisioneros en el campo de concentración de Urduña (1937-1939)» tomó la palabra, ya dentro de los muros, para explicar que aquel fue un centro de clasificación, en el que se daba destino a los reclusos dependiendo de la acusación que pesase sobre ellos. Muchos fueron enviados a campos de trabajo, como Larrinaga y Rubio, pero otros «acabaron en el paredón».
La historia de 50.000 personas
«Matarse los piojos, engañar el hambre, estar formados y huir de las palizas eran el día a día de un patio», según dijo, en el que «había gente que no solo no tenía manta; ni siquiera tenía ropa suficiente». Su única posesión era la lata vieja en la que recibían dos cazos de agua con algunas legumbres.
Larrinaga y Rubio, con una bandera republicana en la mano, se abrazaron. Varios familiares, muchos de ellos catalanes, revivieron con lágrimas en los ojos las historias que tantas veces escucharon de boca de padres y abuelos.
Tras casi un año de cruentos combates con el bando republicano, las tropas fascistas entraron en Urduña el 24 de junio de 1937. El entonces colegio de los jesuitas se convirtió en campo de concentración hasta setiembre de 1939. Por allí pasaron 50.000 personas, desde jóvenes de apenas 18 años, como Rubio y Larrinaga, hasta hombres de más de 70 años. Después pasó a ser la Prisión Central de Orduña, en la que persistieron los horrores y la elevada mortandad. Hay constancia de más de 200 muertes.
Los prisioneros fueron utilizados como mano de obra en trabajos públicos y privados. «Participaron en régimen de esclavitud en la rehabilitación de la Virgen del Txarlazo, la plaza de toros, el cementerio, el edificio de la Aduana, el balneario o el puente de la Muera, entre otras obras», reconoce el Consistorio urduñarra, que recordó ayer también los ingresos recibidos por la tenencia de prisioneros en un edificio propiedad del Ayuntamiento. Por ello, 75 años después, el alcalde de Urduña, Carlos Arranz, en nombre de la Corporación, pidió «perdón por el empleo de esclavos» y por el beneficio económico» que obtuvo el Ayuntamiento. «Hoy comienza a saldarse una deuda moral histórica», manifestó el primer edil, que recordó «a todos los exconvictos y fallecidos en defensa de la libertad y contra el fascismo» y en especial a Manuel Murias Díaz de Cerio, exalcalde de Urduña fusilado en setiembre de 1937.
Exprisioneros y familiares de muchos para los que el homenaje llega demasiado tarde mostraron un sentido agradecimiento por el reconocimiento, en un acto en el que hubo banderas de ANV, la CNT, ikurriñas y senyeras catalanas, junto a la bandera republicana.
Rubio y Larrinaga dejaron un mensaje final. Recordaron que lucharon por la libertad, «en defensa de un mundo mejor» y «desgraciadamente fuimos vencidos». Ambos aludieron a que la lucha por las libertades sigue hoy vigente y manifestaron que la herencia ideológica de quienes se levantaron contra la República sigue en el poder.