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Iñaki Lekuona | Periodista

Medalla de deshonor

 

El embajador francés en Madrid acaba de recompensar a una de las Koplowitz con el título de Chevalier de la Legion de Honneur, una de las más altas distinciones que otorga la República francesa. Leyó el diplomático galo que la empresaria española, con negocios en Veolia y Vivendi, bien merece el galardón. Y por su parte, la galardonada confesó públicamente su «historia de amor» con este «gran país» que su padre, empresario alemán, tuvo que recorrer a la carrera huyendo del antisemitismo nazi.

Quizá cruzara la muga por el paso del Bidasoa, tan transitado por aquellos que huían de la extrema derecha, esa que bajo Pétain gritó patria, familia y trabajo, y que aflora en estos tiempos revueltos en todos los rincones del hexágono. Incluso en Euskal Herria. En ese Biriatu de postal donde uno de cada diez habitantes votó FN en la primera vuelta. O en Ainhoa, aun más turística, donde uno de cada seis se decidió por el Bleu Marine. O en Etxarri, anclado en la siempre bucólica Zuberoa y donde uno de cada tres votantes se decantó por el frentismo. Y de ahora en adelante otros más lo harán.

Porque el partido de Nicolas Sarkozy, que por supuesto también luce en su pechera la medalla de la legión de honor, al borde del desastre electoral y con tal de impedir que los escaños de la Asamble Nacional se tiñan de rosa, ha roto con el «pacto republicano» que buscaba impedir en lo posible la presencia de la extrema derecha en el parlamento. Y con esa decisión, ha convertido al Frente Nacional en un partido honorable; tanto, que casi la mitad de los simpatizantes de la UMP están a favor de una alianza. Pero por si acaso, nadie en el partido quiere ponerse esa medalla.

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