César Manzanos Bilbao | Doctor en Sociología
Asesinato de la soberanía
Saben que el éxito de su estrategia consiste en hacernos creer que quienes están reinstaurando el neoesclavismo son quienes nos van a salvar, quienes nos van a «rescatar»
Los resultados de las elecciones en Grecia son un nuevo ejemplo de cómo se puede manipular los votos mediante las políticas del miedo. A quienes han ido acumulando el poder a lo largo de la historia, el llamado estado moderno y la democracia ya no les son útiles. Les sirvieron para catalizar la resistencia y administrar concesiones que tarde o temprano, cuando pudieran hacerlo, suspenderían. Al igual que ha ido ocurriendo en muchos otros países con estado, aquí y ahora se va consumando el fin de estado social y del estado de derecho, el fin de la soberanía mediante la estrategia del golpe de estado financiero y mediático, valga la redundancia.
Los propietarios del capital no tienen prisa. Saben que la gran mayoría social en los países europeos ya intervenidos no rechistará porque, quien más y quien menos, lo que quiere es que no se disparen los intereses de su hipoteca, que no les mermen o bloquen sus pocos o muchos ahorros depositados en los bancos, que no se desvalorice su modesto o voluminoso patrimonio acumulado. En definitiva, porque las empresas mediáticas, controladas por los empresas financieras, les han convencido de que el «rescate» a corto plazo y, a título individual, «garantiza» sus ahorros y posesiones.
Pero nada más lejos de la realidad. La devaluación de los servicios públicos y su privatización, la flexibilización y precarización del mercado laboral, el desmantelamiento de los sistemas de protección social, reducirán el poder adquisitivo de esos dos tercios de la sociedad que se encuentran por encima del umbral de la pobreza, que disponen de bienes y servicios y, por supuesto, dejará en la más absoluta indigencia a ese tercio que ya no dispone de ingresos o, que pronto se encontrará sin ellos, debido al exponencial desmantelamiento de la economía productiva, al incremento del desempleo, de los desahucios, a la suspensión y recorte de ayudas sociales.
El miedo a perder lo que supuestamente se posee es la principal arma del poder. Es la institucionalización de la cobardía, de la insolidaridad. Saben que el éxito de su estrategia consiste en hacernos creer que quienes están reinstaurando el neoesclavismo, quienes asesinan impune y cruelmente mediante la privación de bienes básicos a la mayor parte de la humanidad, son quienes nos van a salvar, quienes nos van a «rescatar».
Los políticos, tecnócratas e intelectuales de turno no son más que sus esbirros visibles y, esas mayorías sociales que les votan, respaldan y reproducen como loros sus mentiras, esas mayorías acobardadas, asustadas y zombis seguirán «viviendo» una vida que no es la suya, sino la que ellos dictan. Ahora, solo quedan dos opciones: una, sublevarse mediante una revuelta social permanente que, por supuesto hemos de continuar y protagonizar tanto quienes no tenemos nada que perder como quienes no tenemos miedo a perder lo poco que tenemos. La segunda opción es esperar a morir cada cual dentro de su cómodo féretro y eso, quienes defendemos la soberanía de las personas y los pueblos (valga la redundancia) no lo vamos a permitir.