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Herzog desciende a «La cueva de los sueños olvidados» con cámaras estereoscópicas

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M. I. |

El realizador alemán Werner Herzog siempre ha concebido el cine como una aventura, y más aún cuando rueda sus incomparables documentales. Su última odisea le ha llevado al interior de la cueva de Chauvet, en la localidad francesa de Ardèche. Desde que se publicó la noticia del hallazgo en su interior de las pinturas rupestres de mayor antigüedad, el rodar allí se convirtió en una obsesión, hasta el punto de que ofreció al entonces presidente Mitterrand sus servicios de forma gratuita y desinteresada, todo con tal de obtener el pertinente permiso.

El consentimiento definitivo estuvo blindado con una serie de condiciones de obligado y estricto consentimiento: solo podían rodar en una época concreta del año y durante dos horas al día, con un equipo mínimo provisto de trajes especiales sin contacto alguno con el exterior. Una vez asegurado y aislado el problema de la contaminación, le tocaba al veterano cineasta resolver el problema técnico, ya que quería utilizar por primera vez el 3D, convencido de la necesidad de la imagen en relieve para captar las pinturas en las formas imperfectas de la piedra. Para ver cumplido su sueño tuvieron que diseñar sus propias cámaras estereoscópicas, más reducidas y ligeras que las habituales, a fin de moverlas por una estrecha pasarela.

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