DE REOJO I Raimundo Fitero
Bingo
Han cantado bingo, ¿algún bingo más? Previamente habían cantado línea y tampoco salió ninguna más. Solamente un grupo al fondo, en el extremo derecho, gesticulaba y se mostraba muy poco respetuoso con el juego, con la caída de las bolas y se manifestaba con cara adusta y gritos despechados contra el resultado. Eran los que habían creado las reglas del juego que ahora protestaban porque no salían las bolas de sus cartones y no ganaban siempre. Eso que llaman la Justicia española es una jaula de grillos. No aceptan ni sus propias reglas.
Pero el bingo se cantó, y salieron los ministros de Justicia e Interior para dejar claro que estaban disconformes con lo obvio, la legalidad de un partido que cumple su propia reglamentación y leyes y que seguirían intentando torcer la voluntad del pueblo vasco con todas sus artimañas. Son amenazas anticonstitucionales, pero que las pueden decir porque los altos tribunales del entramado de poder del reino de España tiene menos credibilidad que su propia economía. Este gobierno zombi con un presidente de las Islas Salomón, como fue presentado en Río, está perdido, y no tiene recursos para solventar nada. Juega siempre a la defensiva, al patadón, y tiene muy poco pedigrí democrático. El poco que había conseguido a crédito, lo va malgastando día a día. Sortu era legal y ahora ha sido rescatado de las garras de una justicia española tendenciosa y politizada. Y ahora sí cuentan los resultados. Cuando fue ilegalizado en el Supremo por una diferencia mínima, era una sentencia justa, ahora es política. Por cierto el Supremo es ese lugar presidido por el ultra Carlos Dívar, un presunto.
Un detalle frívolo: ese ser extraño llamado Arístides Alonso, de Derio para más señas, que pagó setenta mil euros en subasta para entrar a concursar en GH+1, está imputado en el atraco a un bingo en Asturias, con cuyo botín, supuestamente, pagó su presencia efímera en el concurso que le permitió tener sus minutos de gloria televisiva. Este es un caso para estudiar más allá de lo anecdótico. El muchacho es un perdedor nato, un fenómeno que acumula todos los tópicos de las malas influencias televisivas y de la búsqueda de la fama a cualquier precio.