ANálisis | consejo europeo
¿Quién está con Merkel?
La Unión Europea se enfrenta a otro Consejo Europeo trascendental. Son muchas citas ya caminando sobre el abismo y las urgencias. La cumbre que comenzará hoy y concluirá mañana (salvo que surja un choque de trenes que alargue los debates) debe fijar el método para reformar la actual arquitectura institucional comunitaria.
Josu JUARISTI
Las urgencias son bien conocidas a estas alturas y el «proyecto de orden del día comentado» que el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, pasa a los medios en vísperas de cada cumbre las marca con nitidez:
- En cuanto a la política económica, el Consejo Europeo establecerá unas orientaciones para impulsar el crecimiento y el empleo a corto y medio plazo tras intercambiar impresiones sobre las acciones a emprender a nivel estatal («recomendaciones específicas» a cada estado miembro sobre las reformas estructurales, políticas de empleo y presupuestos estatales que «deben» aplicar). Esto, salvo catástrofe, se concretará en un acuerdo sobre un «programa de crecimiento de la UE» que se basará, se supone, en lo ya anunciado, aunque no concretado, en la reunión de Roma entre Merkel, Hollande, Monti y Rajoy.
- Las urgencias, desde luego, siguen llamándose Grecia y España, pero también Italia y otros socios (incluida Francia) ya colocados bajo «vigilancia especial». Es posible que Mariano Rajoy trate de evitar a toda costa que la cumbre se centre en su rescate, pero su actitud chulesca aún escuece en Berlín y Bruselas y no está claro que salga indemne de la cita. Angela Merkel no permitirá que el Estado español eluda su responsabilidad en el rescate a la Banca, y tampoco dejará que la cumbre se obsesiones con los eurobonos u otras medidas como la intervención masiva del BCE o una unión bancaria acelerada; ni tampoco con otros mecanismos de solidaridad que no pasen por más control y medidas estructurales. La mutualización de la deuda ni tan siquiera existe entre el Gobierno federal alemán y las administraciones de los Länder y, fuese teatro o no, Merkel reaccionó con dureza al punto del informe de Van Rompuy del día 25 en el que sugería que había llegado la hora de pensar en colectivizar la deuda.
- La urgencia, además, se llama «negociación del nuevo marco presupuestario plurianual». El Consejo Europeo celebrará hoy su primer debate al máximo nivel sobre el monto total del presupuesto común europeo para el periodo que va de 2014 a 2020 y sobre el modo de repartir ese dinero, un dinero que sigue siendo escaso puesto que, aunque en términos absolutos pueda parecer elevado, tan sólo equivale al 1% de la riqueza que generan cada año los estados miembros. Para que el lector se haga una idea, en 2011 ascendió a unos 142.000 millones de euros, similar cantidad a la anunciada en la minicumbre de Roma del día 22 para el plan de estímulo de la economía europea y la estabilización del euro, un anuncio que no ha convencido a nadie porque ni tan siquiera han precisado de dónde sacarían los fondos para dicho plan. Las políticas comunes que se llevan la parte del león de la caja común (política agrícola y política de cohesión) están en el punto de mira de Berlín, lo que inquieta a París (por la PAC) y aterroriza a Madrid (por el nuevo reparto de los fondos de cohesión y fondos estructurales).
Lo que no está en el orden del día oficial, pero planeará sobre el Consejo Europeo. Repasadas las urgencias, es hora de abordar lo que este Consejo Europeo puede ofrecer realmente, que no es otra cosa que marcar el rumbo (y fijar el método) de la evolución política e institucional de la actual UE a medio plazo (diez años, como mucho). Es algo que no aparece en el «proyecto de orden del día comentado» remitido por Van Rompuy. Y no aparece porque en las intensas y diarias reuniones preparatorias de esta cumbre a nivel de Consejo de Asuntos Generales (en grupo o en bilaterales, en directo o en videoconferencia, como refleja la fotografía que ilustra este artículo) no ha habido acuerdo, ni tan siquiera un consenso mínimo sobre hacia dónde va la UE.
Pero lo cierto es que desde hace unas semanas no se habla de otra cosa, aunque muchas capitales estén pasando de puntillas sobre esta cuestión. Angela Merkel lo ha repetido varias veces desde que su partido, la CDU, retomara el tema en su congreso. Y ayer mismo reiteró el mensaje: «Lo que necesitamos para desarrollar una unión de estabilidad es un reforzamiento de las normas a nivel europeo, realizando para ello los cambios necesarios en los tratados». Antes, también ante el Bundestag, había mencionado de nuevo el término «unión política» al referirse a la necesidad de más Europa.
No lo mencionó explícitamente Herman Van Rompuy al presentar su informe previo el miércoles, entre otras cosas porque representa a todos los estados miembros y su misión es buscar o reflejar consensos. Sí lo hizo, en cambio, Durao Barroso al presentar ayer su informe ante el Consejo Europeo: «Pienso que necesitamos una unión bancaria, una unión fiscal y más pasos hacia una unión política». Durao Barroso añadió que el inicio del proceso hacia una verdadera («genuina», dijo él) unión económica y monetaria puede lanzarse sin tener que reformar los Tratados, pero anunció que ir más allá (hacia una unión política que nadie concreta) exigirá cambios en los tratados de la Unión. Merkel lo dijo ayer explícitamente ante los diputados federales alemanes: «Voy a Bruselas a escuchar qué otros estados están preparados para recorrer ese camino, el que incluirá los cambios necesarios en los Tratados».
Tanto Barroso como Merkel han dicho que «este Consejo Europeo debe comenzar a dibujar o a fijar un acuerdo sobre el calendario y el método de trabajo que decida sobre las reformas de la arquitectura del euro».
En anteriores ocasiones, ambos se han referido a una nueva arquitectura institucional de la Unión Europea, sin acotarla solo a la zona euro. Pero, incluso en caso de que Merkel y compañía estén aludiendo únicamente a una suerte de federación en la zona euro, eso traería cambios trascendentales y definitivos al conjunto de la Unión y afectaría a todos, los que sean o quieran ser miembros del euro y los que no tengan la menor intención de ingresar en la eurozona.
La UE necesita un plan. Es obvio que cuando Merkel, Barroso, Van Rompuy, Juncker o el mismísimo presidente del BCE, Mario Draghi (estos cuatro últimos en un proyecto conjunto que pusieron en circulación el miércoles), hablan de unión política no pueden estar solo pensando en la unión política de la zona euro (Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Malta, Holanda y Portugal). De por sí, la zona euro es una unión dentro de la unión y cualquier avance integrador en su arquitectura institucional afectará necesariamente al conjunto (incluidos el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el propio Consejo).
Gran Bretaña tiene una cláusula de exclusión del euro y nada sugiere que eso vaya a cambiar. Dinamarca, también con cláusulas de salvaguarda, podría convocar otro referéndum sobre su adhesión al euro, y el resto está llamado (obligado) a trabajar para incorporarse al mismo.
Esas distintas realidades o velocidades chocarán, a buen seguro, en la cumbre de hoy y mañana. Merkel ya ha adelantado que espera «intensas discusiones» y Van Rompuy, más diplomático, dijo que «espera ansioso» escuchar el debate.
Mañana sabremos si ha llegado la hora para que la UE (¿o la zona euro?) lance un nuevo proceso de reforma de los tratados. De momento, hablan de lograr «una genuina unión económica y monetaria» y la hoja de ruta para ello quedará fijada en diciembre (13-14) tras un informe previo en octubre. Pero el tiempo pasa y las premuras de la UE no acaban ahí: necesita un plan, y aún no lo tiene. De esta cumbre no saldrá una decisión que exige meses de preparación, como mucho saldrá un impulso.