Kevin Macdonald | presenta el documental «marley»
«Ya no escuchamos de verdad a Bob Marley»
Con el excelente documental que lleva como título el apellido del mayor exponente del reggae, el oscarizado director escocés se propone redescubrir a aquel hombre, quien cual profeta prometió -y sigue prometiendo- que «todo va a estar bien»
Janina Pérez Arias | BERLÍN
Una llamada telefónica en 2010 situó a Kevin Macdonald (Glasgow, 1967) al frente del documental «Marley», el cual le significaría no solamente la difícil tarea de ponerse firme ante el clan Marley (también productores del documental), sino también de ganarse la confianza de quienes compartieron diferentes etapas de la vida del músico fallecido en 1981 víctima de cáncer. A más de 60 personas entrevistó el realizador, quien con su equipo se adentró en la selva jamaicana en búsqueda de los orígenes de Marley, y cual explorador no le tembló el pulso al internarse en la aún más espesa jungla del reggae y de los rastafaris.
Nadie parecía tener mejores aptitudes que el realizador escocés, quien con mucha experiencia tanto en documentales como en ficción («El último Rey de Escocia», «Life in a Day», «The Eagle»), significativos reconocimientos (como el Óscar en 2000), y una importante «distancia» -mas no desinterés- hacia la figura del jamaicano, afrontaría y replantearía lo que vendría a ser el máximo homenaje a una de las figuras más relevantes del reggae y de la música mundial.
En el estreno mundial de «Marley» durante el pasado Festival de Berlín, nadie imaginó el largo camino que este documental había recorrido. Tras dos cambios de directores (primero Martin Scorsese, luego Jonathan Demme), y de productora (en un principio The Weinstein Company), el panorama se aclaró después del prolongado paso de este proyecto por el frigorífico. Casi por gracia divina, al final caería en las manos de Macdonald, quien contó con la muy necesaria bendición del vástago del músico, Ziggy, así como de su madre Cedella y de la legendaria Rita (la primera señora Marley).
El resultado es un excelente documental, muy diferente a los anteriores (oficiales o no), aportando nueva información, poniendo frente a la cámara a muchas personas -antaño obviadas- que tuvieron que ver con Marley, o a aquellas que, aún siendo sus familiares, nunca tuvieron contacto con él. Bien se puede afirmar que Kevin Macdonald cumplió con su misión, la cual estuvo centrada en mostrar al verdadero ser humano más allá de sus largos dreadlocks, de su pasión por el fútbol, su activismo político y el manto de mitología que le arropa.
¿Fue difícil evitar el aspecto místico y profético que rodea a Bob Marley?
Ya existe suficiente material acerca de Marley como icono, como leyenda, y yo lo que quise fue ir detrás de esa imagen de las camisetas y posters, porque mi intención era saber quién fue ese ser humano, y de hecho nunca me planteé hacer una película de culto. Mi aproximación y mis sentimientos hacia él fueron más bien escépticos, pero al final terminé adorándole; pienso que es un héroe real, que es una de las figuras culturales más importantes del siglo 20, y que como ningún otro tiene un impacto perdurable en diferentes generaciones.
¿Por qué dice que su acercamiento inicial fue más bien con recelo?
Porque era muy consciente de la iconografía de Marley, como los posters que adorna las habitaciones de los chicos en todo el mundo. Yo estudié con gente que perdió su vida fumando [marihuana], escuchando reggae e intentando ser rastas. Suena tonto, pero lo que persigue la película es recuperar la figura y el trabajo musical de Marley, que logremos escuchar su música de una forma fresca, porque estamos acostumbrados a oírla en todas partes, en los supermercados, en la radio, en los ascensores, y ya no la escuchamos de verdad. Se trata entonces de aprender más de él y de dónde vienen realmente sus canciones, con el trasfondo político de su tiempo, para poder acercarnos otra vez a su música. La razón para hacer un documental como este sobre cualquier artista, es que la audiencia tenga la posibilidad de volver al arte de esa persona para apreciarlo aún más. Y esa es la ambición de este filme.
¿Por qué decidió indagar en los orígenes de Bob Marley?
Eso hacía el proceso más interesante. Esta es una historia muy diferente a la de los Rolling Stones, de la que casi cada paso ha sido documentado, fotografiado o filmado. La de Marley es de alguien que nació y creció en el campo, en un mundo lleno de mitos y magia, donde la gente puede llegar a vivir más de 100 años, donde nadie tiene certificado de nacimiento ni se preocupa por guardar fotos. Es un mundo completamente diferente. La única fotografía que se conserva de Bob [anterior a su estrellato] es de cuando tenía 17 años... Todo eso fue difícil de entender, pero se convirtió también en un punto determinante para este trabajo.
Otra cosa que no puedes subestimar es el hecho de que Bob Marley proviene de uno de los países más pobres del mundo, y de la parte de Jamaica aún más necesitada, así que su discurso sobre sufrimiento, igualdad u opresión viene de una persona que de verdad ha vivido todo eso, y no de un revolucionario educado en Europa. Por eso creo que esa es una de las razones del poder de su música, aunque sus frases puedan sonar a cliché como «everything's gonna be alright» [todo va a estar bien], y como dice uno de los entrevistados en la película: «Bob canta de un modo que hay que creerle». Ahí radica su éxito, en la historia que nos cuenta y en la manera como lo hizo.
¿Cuál fue su mayor descubrimiento con respecto a Marley como persona?
(Reflexiona) Muchos pequeños detalles que me ayudaron a entenderle más, pero quizá para mí el momento más importante es cuando sus parientes «blancos» escuchan sus canciones, en ese instante entendí muchas cosas... Por otra parte, una de las falsas concepciones que se tiene de Bob Marley es que era un tipo perezoso, y no es así. Él era muy trabajador, y siempre estuvo muy concentrado en alcanzar los objetivos que se proponía, trabajaba unas 18 horas al día y una y otra vez ensayaba con su grupo porque en realidad era un perfeccionista, dispuesto a darlo todo para que su música se escuchara y trascendiera. Todos esos aspectos definieron su carácter.
¿El reggae significó algo para usted en su juventud?
Cuando tenía 14 años y sonaban mucho grupos como Duran-Duran (risas), recuerdo que anunciaron la muerte de Bob Marley. Definitivamente formó parte de mi juventud, pero no estaba obsesionado con él. Años más tarde me interesó aún más como fenómeno, el por qué le llegaba a tanta gente, y me llamaba la atención indagar cuál era el valor de su mensaje... La clave para mí fue cuando estaba filmando «El último Rey de Escocia» [2006-2007] en Uganda, uno de los actores me llevó por uno de los barrios donde vivía su familia, y por la calle vi con sorpresa muchos murales de retratos y frases de las canciones de Bob Marley, para aquella gente venía a ser como una especie de santo o profeta, y me impresionó que después de más de 20 años de su muerte [en 2006], Marley aún le llegaba muy fuerte a la gente.
Ha dicho que una de las claves para usted fue entender la importancia que tuvo para Bob Marley el ser una mezcla de dos razas...
El hecho de que su padre fuera blanco explica mucho de su personalidad, porque al principio fue como un marginado, nació en una comunidad donde él era prácticamente el único niño mulato, lo que le hizo sentirse inferior a los demás.
Todo eso también explica el por qué la cuestión rasta tuvo tanto significado para él. Pienso que Bob nunca se sintió totalmente aceptado, por eso tuvo que luchar mucho, para que él y su público llagaran a todo el mundo.
¿Pudo entender la esencia del rastafari?
Es un fenómeno muy interesante. Para mí es una combinación entre religión y política, de cómo se define la identidad a través del movimiento político, de liberarse de la cultura de la colonización, y de crecer como país. Jamaica consiguió su independencia en 1962, cuando The Wailers [grupo del que fue parte Marley] comenzaron su carrera. La política alimentó muchos movimientos, como el Black Power, en Norteamérica y en la región del Caribe, que perseguían reencontrar la identidad en África, de allí la importancia de Etiopía para los rastafaris y de la necesidad de desmarcarse de la cultura europea.
También explora la vida amorosa de Marley...
¡Ah!, es que para muchas mujeres sigue siendo fascinante (risas). La relación que tuvo con Miss Mundo [1976, Cindy Breakspeare], por ejemplo, sirvió para mostrar qué difícil fueron sus relaciones con las mujeres, y de cómo todas, de alguna manera, le perdonaron.
No es la primera vez que hace un documental, ¿qué le atrae de ese tipo de trabajo?
Una de las cosas más maravillosas de hacer un documental es que no sabes con lo que te vas a encontrar, a dónde te va a llevar el proceso, ni lo que vas a descubrir. Siempre es un viaje hacia lo desconocido, como también es una labor de detective. Por eso disfruto mucho haciendo este tipo de filmes.
Dirección: Kevin Macdonald.
Producción: Charles Steel.
Intervinientes: Bob Marley, Rita Marley, Ziggy Marley, Cedella Booker, Jimmy Cliff, Lee Perry, Chris Blackwell, Lee Jafe, Danny Sims, Bunny Wailer, Junior Marvin, Aston Barrett, Cindy Breakspeare, Peter Marley, Constance Marley.
Fotografía: Mike Eley, Alwin H. Kuchler y Wally Pfister.
Música: Bob Marley.
Montaje: Dan Glendenning.
País: EEUU, 2012.
Duración: 144 minutos.
Género: Documental.
Martin Scorsese ha evidenciado que para hacer un documental musical sobre un gran artista es necesario contar con su consentimiento, si está vivo, pero de lo contrario hay que tener el visto bueno de sus herederos. Esta máxima la cumple al pie de la letra Kevin Mcdonald con «Marley», lo que contentará a los coleccionistas y completistas de la obra del músico jamaicano, que así podrán acceder a material inédito celosamente guardado hasta ahora por la familia.
Hablar de los Marley no es hablar de una familia convencional, porque son una prole considerable, con hijos e hijas de distintas madres. Rita, como viuda oficial que es, parece llevar la voz cantante. Ella mantiene su particular pulso con el gobierno jamaicano, al que, de cuando en cuando, amenaza con tomar medidas que resultan atentar contra el interés nacional. Fue lo que pasó con su intentona de llevarse los restos de su marido, por motivos religiosos, a Etiopía, patría espiritual de los rastafaris. En Kingston temblaron los cimientos, porque para la economía del país Marley es una atracción turística y una de las principales fuentes de ingresos.
Las reacciones de Rita no son ningún capricho, ya que tiene motivos para sentirse molesta con la política jamaicana. Salió viva de milagro del atentado que en 1.976 fue dirigido contra Bob Marley, por su supuesto apoyo a las tendencias procastristas dentro de la isla. Estuviera o no la CIA detrás de la conspiración, la mujer nunca ha recibido una explicación o acto de desagravio.
Tampoco le importa a Rita airear los trapos sucios de la vida doméstica, lo que hizo en la biografía de Marley que escribió con el más que alusivo y oportuno título de «No Woman, No Cry», donde describía que se sintió como la menos favorita dentro del particular harem del músico. Hasta se hacía eco de las críticas que recibió Marley por no respetar el livity, o código de conducta de la filosofía rasta inspirado en Hailè Selassiè.
Lo cierto es que lo tuvo que respetar a la fuerza, por culpa del tratamiento que recibió en Alemania para el cáncer de melanoma, y que le privó de alguno de sus hábitos favoritos. El más sano de ellos siempre fue la práctica del fútbol, que no tuvo nada que ver en el origen de la enfermedad, por más que la leyenda apunte en tan imposible dirección. Fue una de las mejores formas de evasión que encontró para una existencia complicada, la cual alimentó su creatividad como uno de los mejores compositores de todos los tiempos. Mikel INSAUSTI
«Para mí el momento más importante es cuando sus parientes `blancos' escuchan sus canciones, en ese instante entendí muchas cosas»
«Su discurso sobre sufrimiento, igualdad u opresión viene de una persona que de verdad ha vivido todo eso, y no de un revolucionario educado en Europa»