miren salegi | urbieta
«Reconocimiento» y documental sobre víctimas
El miércoles, en las noticias de la noche de EITB, escuché la noticia de que el Gobierno Vasco había celebrado al mediodía un «acto de reconocimiento» a las víctimas de abusos policiales, y que al final del mismo se emitió un resumen del documental «Por quién no doblan las campanas», en el que se recogen testimonios de varias víctimas de las fuerzas de seguridad del estado. La sorpresa fue mayúscula, no por la existencia del documental, que desde hace tiempo se llevaba anunciando, sino por la falta de propaganda del «acto de reconocimiento». Esa diferencia de trato informativo es cuando menos curiosa y da que pensar, más cuando ni se han molestado en informar del acto a todas las víctimas que han «contabilizado».
Lo que no fue sorprendente, en cambio, fue la presentación que hizo la consejera de Justicia, Idoia Mendia, ya que coincidía en su intención con las declaraciones que hizo al presentar el «Decreto de declaración y reparación de las víctimas....» (es un título tan largo y farragoso que no merece la pena completarlo aquí). En aquella ocasión, escribí una carta a los periódicos en la que terminaba diciendo que «de todas maneras, en algo le doy la razón a la Sra. Mendia, y por extensión al Gobierno Vasco del PSOE: mi hermano Mikel Salegi, asesinado por la Guardia Civil en un control de carretera, jamás será `igual o equivalente' al torturador Melitón Manzanas, símbolo de la represión franquista, y reconocido a título póstumo como `víctima'». Hoy, de nuevo, siento que en vez de reconocer a las víctimas de las fuerzas de seguridad del estado se les está humillando, tratándoles como de segunda categoría, cuando se dice de ellas que son «víctimas colaterales» y se les despoja de vida y pensamiento propios, cuando aseguran, sin conocerles, que carecían de vinculación política.
Sra. Mendia, aunque Vd. ya lo sabe, debo decirle que es mentira que las torturas o muerte que sufrieron estas personas sean historias aparte. Están dentro de un contexto continuado de violencia estructural del Estado español, no fueron acciones aisladas de policías o guardias civiles. Y la violencia no terminaba en esas acciones, seguía en los funerales, en las amenazas, en la imposibilidad de denunciar. Una gran parte de la sociedad vasca ha sido y es víctima de la violencia estatal, violencia que es peor que otras, por la prepotencia e impunidad de quien la ejerce.
Y, Sra. Mendia, mi hermano Mikel no murió por «confusión en un control». No se confundieron, querían matar. Y mataron, como tantas otras veces en Euskal Herria.