NARRATIVA
Confesiones de un bebedor
Habitualmente los libros de memorias suelen pecar de embellecimiento para la persona que los escribe; se deja fuera lo impresentable en la conducta pasada del que habla y se tuerce el sentido de las decisiones del pasado para hacerlas ejemplares ante los ojos del receptor del mensaje. Si esto se puede ver hasta en clásicos del género como las «confesiones» de San Agustín o las de Rousseau, hay otros escritores que entregan sus vivencias con sinceridad absoluta; entre estos últimos pueden incluirse los dos libros que ahora ha tenido el acierto de publicar la barcelonesa Seix Barral.
La vida del escritor alemán cuyo verdadero nombre era Rudolf Disten y que firmaba como Han Fallada (1893-1947) contenía materia prima para un extenso y variado libro, o para dos como es el caso. Alcoholismo, enfermedad mental, intentos juveniles de suicidio, estafas, disputas maritales con tiro de revólver incluido, adicciones varias, cárcel, y...como culminación de tan ajetreada existencia, el final a causa de una sobredosis de morfina. Lo dicho ha de ser aumentado al no poderse ignorar la época en que se desarrollan sus oscuros padeceres: los que van de la primera guerra mundial al final del nazismo, en el poder, pasando por los de la república de Weimar.
La vida atorbellinada de Fallada nos es narrada por él mismo con una sinceridad encomiable hasta el descaro sin andarse con disimulos o subterfugios; su lema podría ser: la verdad por delante, y así cuenta sus miserias y las duras consecuencias de sus singulares comportamientos acompañando todo ello con reflexiones y opiniones al respecto lo cual hace que vivamos de cerca el ambiente cotidiano que se respiraba en aquellos años marrones por tierras germanas. Podría suponerse que nos encontramos ante una mirada distorsionada por pertenecer a un ser siempre sumergido a causa de sus continuas ingestas, mas de ninguna de las maneras: estamos ante una visión clarividente que recoge con destacada exactitud la realidad del momento. Se dan la mano en las confesiones de Fallada el amor a la verdad y el atrevimiento para soltarla pese a quien pese (la ejemplar parrhesia tan cara a los griegos), aliñados con una puntillosa escritura que huye del recurso a cualquier tipo de preciosismo para alcanzar directo al lector. No evita tampoco el escritor la exposición clara de sus críticas al estado de cosas, mostrándose dolido y enfurecido con todo lo que sucede: en su propia vida personal debido a las adicciones, como con el escenario en el que se desarrolla su vida que es una negación constante y radical de cualquier forma de libertad y del debido respeto a los individuos que tanto se había defendido en los ambientes culturales... en el país de Kant, Beethoven o Goethe. Es precisamente la escritura, como terapia, y el recurso a lecturas clásicas las que le van a servir de posible tabla de salvación ante el naufragio que se produce ante sus ojos, entre rejas conviviendo con un nefasto microcosmos reflejo fiel de la totalidad del país.