Al hilo de la columna de la semana pasada sobre el crowdfunding, surge la obligada conexión con todo lo acontecido a propósito del documental «Barrura begiratzeko leihoak», película que se está haciendo con aportaciones particulares, como claro ejemplo de microfinanciación forzada por las circunstancias adversas.

La censura económica existe y es muy clara, partiendo de la realidad de que a un proyecto cultural se le niega la posibilidad de recibir ayudas oficiales. La politización interesada nace del exterior, puesto que sin haber visto el documental se han lanzado juicios de valor encaminados a su deslegitimación.

Una vez más los responsables de su realización a diez manos no han tenido oportunidad de defender el inacabado trabajo, hasta que ha nacido un movimiento de apoyo para redactar otro enésimo manifiesto a favor de la libertad de expresión, saliendo al paso de las falsas acusaciones vertidas en las últimas semanas.

Son mentiras que no van a ninguna parte, pero que pretenden ser los palos que se ponen en la rueda del carro para que no avance. Y los perjuros no aprenden o carecen de memoria histórica, ya que «Amalur» también venció a la censura franquista así, mediante suscripción popular.

En la página de Zinez Elkartea se siguen recibiendo esas ayudas de verdad, hasta alcanzar los 40.000 euros presupuestados. El Donostia Zinemaldia ha de convertirse de nuevo en el marco ideal para exhibir con absoluta normalidad el resultado de un esfuerzo colectivo, representativo del sentir mayoritario para la búsqueda de una salida a la situación de los presos vascos.