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Crónica | Gasteizko Jazzaldia

Mezclado, no agitado

El encuentro de Joshua Redman y The Bad Plus encandila a Mendizorrotza en una noche, la del miércoles pasado, en la que el jazz gustó incluso a quienes no les gusta el jazz. Los ritmos de Nueva Orleans de los excelentes Soul Rebels se encontraron con un muro de circunstancias en un recital algo tibio.

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Yahvé M. de la CAVADA

Hay que cosas que, para creerlas, hay que verlas. Escucharlas, en este caso. Hace años, la posibilidad de subir a un mismo escenario a músicos tan aparentemente dispares como el saxofonista Joshua Redman y los miembros del súper-trío The Bad Plus, hubiese hecho arquear muchas cejas entre los aficionados al jazz. Mezclar está bien, claro, pero no a lo loco. Por otro lado, hay combinaciones que, a medida que se meditan, van pareciendo más interesantes. Como mezclar dulce y picante o atreverse a echarle algo sorprendente a una ensalada, ¿qué pasaría si uniésemos a estos músicos? Esta reflexión no debe hacerse sólo desde el ámbito musical, porque no hablamos de cualquiera. Tanto Redman como los Bad Plus son artistas muy populares, incluso mediáticos -si esto llegase a ser posible tocando jazz- , y venden una buena cantidad de discos (una vez más, hablando en todo momento desde la perspectiva del mercado jazzístico, que no es sino una gota en el océano discográfico que actualmente se va por el desagüe de la industria; pero ese es otro tema).

El primer concierto del miércoles en Mendizorrotza nos traía esta extravagante idea en directo, dentro de una gira que Redman y Bad Plus desarrollan desde el año pasado. Ya que llevan cierto rodaje, era esperable que el encuentro no fuese un desastre, pero tampoco imaginábamos que iría tan bien. Resulta que no solo es un encuentro en la cumbre, sino un proyecto sólido, sin tiranteces ni egos absurdos, tan habituales cuando las estrellas chocan.

Para ser justos, hay que decir que desde los primeros acordes es evidente que el proyecto no parte de una unión democrática, sino de la participación de Redman «en» los Bad Plus. Su música, sus reglas. Es natural, aunque solo sea por el «tres contra uno», pero es que el grupo de Ethan Iverson, Reid Anderson y David King es eso, un auténtico huracán al que uno debe subirse, y nunca intentar enfrentarse a él.

Anderson, contrabajista y líder del grupo (si el grupo lo tuviese), es además un compositor extraordinario. Suyas fueron la mayoría de composiciones que sonaron en Mendizorrotza, a excepción de una de Iverson y otra de King. Redman, por su parte, realizó el malabarismo de encajar su propio estilo con un grupo terriblemente personal de por sí. No es tan fácil como parece: aunque el saxofonista ha construido un discurso relativamente personal (fagocitando una docena de influencias más o menos obvias) y tiene un gran dominio técnico del instrumento, conseguir tocar la música de los Bad Plus sin ser arrollado por la misma es todo un logro. El saxofonista no fue líder ni comparsa y, aunque ejerció de solista principal y supo dejarse impulsar por el denso tejido musical del trío, al final era imposible no tener la sensación de que lo realmente grande ocurría cuando The Bad Plus se quedaban a sus anchas.

El momento de la noche llegó con él tema «People Like You», en el que los cuatro músicos construyeron un estructurado y emocionante crescendo que consiguió algo realmente difícil de ver en un concierto de jazz: una conexión auténtica con un público que, ante la escalonada improvisación, acabó en pie, ovacionando al cuarteto de manera sincera y natural. Y sólo era la cuarta pieza del repertorio.

En la segunda parte del programa, la banda de Nueva Orleans The Soul Rebels fue víctima de un terrible error de concordancia. Todo el mundo sabe que contar chistes en un entierro está fuera de lugar, como lo está pedir que te echen coca cola en el vino en un restaurante de categoría. Ni los chistes ni el kalimotxo tienen nada de malo, pero necesitan un contexto adecuado. Algo parecido ocurrió con The Soul Rebels. Son una banda extraordinaria con un directo dinámico, divertido y contundente, pero en Mendizorrotza no pudieron desarrollar su propuesta adecuadamente.

Ni ellos tocan jazz, ni el recinto permite montar la fiesta de los Rebels. Así, su concierto resultó descorazonador desde varios puntos de vista. Por un lado, la impotencia de los músicos ante un público estático y sentado durante la primera mitad del concierto. Por otro, cuando finalmente la gente comenzó a implicarse y a dejarse infectar por la fiesta de Nueva Orleans, a las propias limitaciones del pabellón se unieron tristes episodios como el de los encargados de la seguridad impidiendo a algunas personas salir a bailar en los pasillos. Un despropósito. Pero no hay que culpar ni al grupo (que estuvo estupendo, especialmente en los pequeños momentos en los que se decantaron por el bounce de su ciudad de origen) ni al público, sino a la situación.

 

 
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