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Floren Aoiz | www.elomendia.com

Memoria de pez

Nadie quiere afrontar una reflexión en profundidad sobre esa transición que no solo preservó la corrupción franquista sino que creó un ambiente de falta de principios que ha alentado el desastre que nos ha caído encima

Esta semana ha fallecido Peces Barba, presentado hasta el aburrimiento como uno de los «padres de la Costitución». En el habitual concierto de loros repitiendo consignas enlatadas, se ha aplaudido hasta la saciedad el papel que desempeñó en la idolatrada transición. Y, como era de esperar, no han faltado las reflexiones nostálgicas acerca del consenso, los Pactos de la Moncloa y en general el clima de claudicaciones, pasteleos, cambios de chaquetas y filibusterismos de todo tipo que hizo posible camuflar el estado franquista y blanquearlo como una «democracia» digna de todo elogio.

Y esto ocurría mientras la famosa prima de riesgo se disparaba y nadie daba un euro por el futuro de la economía española. Pero en la clase política española no se quieren establecer conexiones entre ambos hechos. Como si no hubiera ninguna relación entre el modo en que se gestionó el posfranquismo y el actual colapso económico y político.

Esto no puede extrañarnos, a estas alturas. En el Estado español, nadie asume responsabilidad alguna. Felipe González, convertido en venerable oráculo de Delfos, tiene, como tantos otros, las soluciones, pero no duda en fechar el origen del problema exactamente en el momento posterior a su abandono de la presidencia del gobierno. Precisamente lo mismo que hace Aznar con Rodríguez Zapatero. Fernández Ordóñez no tiene, por supuesto, nada que ver con este derroche de ambiciones e ineptitudes y Rato, menos. De hecho, todos son víctimas.

Se ha puesto de moda aferrarse a esa definición porque sabido es que, en España, si logras presentarte como víctima, eludes toda responsabilidad y mereces todo tipo de consideración, hayas sido mano derecha de Franco, torturador profesional, traficante de armas y drogas, defraudador, violador o lo que sea.

El franquismo fue cosa de un individuo. Se murió y terminó el problema. El modelo les gustó y ahora todo el mundo quiere utilizarlo. Supongo que ahora estarán buscando algún pardillo al que endosar el marrón de la crisis, para que la banda ladrones que nos ha metido en este lío pueda escurrir el bulto.

Se lleva la memoria de pez. Es conveniente que la gente desconozca, además de lo que sucedió hace siglos, lo que aconteció ayer mismo. Sólo así podrán escapar a su responsabilidad los protagonistas de esta debacle.

Nadie quiere afrontar una reflexión en profundidad sobre esa transición que no solo preservó la corrupción franquista sino que creó un ambiente de falta de principios que ha alentado el desastre que nos ha caído encima. Se niegan a afrontar una depuración de responsabilidades porque la impunidad forma parte del ADN del sistema. Hoy robas tú, mañana yo arruinaré una empresa pública, pasado tú privatizas esta otra y al siguiente yo adjudicaré este tramo del TAV a mis colegas a cambio de un dineral. Así han pasado décadas PSOE, PP y, no lo olvidemos, también otros, como nos ha recordado cierta sentencia sobre la Hacienda de Gipuzkoa.

Seamos realistas: hoy por hoy no hay posibilidad alguna de que España deje de ser así. Solo hay una salida: ¡vamonos cuanto antes!

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