El jefe de observadores afirma que el fin de Al-Assad es cuestión de tiempo
El jefe saliente de la misión de observadores de la ONU en Siria ha asegurado que la caída de Bashar al-Assad es solo cuestión de tiempo, pero ha estimado que eso no necesariamente va a suponer el fin de la guerra civil. Alepo seguía en vilo a la espera de la anunciada como «madre de todas las batallas», la inminente gran ofensiva del régimen para expulsar a los rebeldes que mantienen el control de algunos barrios.
GARA |
El jefe saliente de la misión de observación de la ONU en Siria, el general Robert Mood, señaló ayer que el régimen de Bashar al-Assad está abocado al derrocamiento por su uso desproporcionado de la violencia y aseguró que las filas rebeldes aumentan conforme el Ejército sirio acaba con vidas civiles en su ofensiva contra la oposición armada.
A su juicio, «la espiral de violencia, la falta de proporcionalidad en las reacciones del régimen y su incapacidad para pro- teger a la población civil indican que los días del régimen están contados, pero ¿caerá en una semana o un año? No me atrevo a responder», agregó.
«La caída de un régimen combatido por una rebelión fragmentada y militarmente débil no significa el fin de la guerra civil (...) o que el problema estará resuelto. Eso es una simplificación con respecto a la cual debemos ser cautos», afirmó el general, quien estimó que «la situa- ción podría incluso empeorar».
Consideró que Al-Assad podría permanecer aún bastante tiempo en el poder gracias a la capacidad ofensiva de sus tropas, muy superior a la de la oposición armada y dijo que la única manera de debilitar a Al-Assad es la deserción en masa, algo que podría tardar meses o años en darse.
Las declaraciones de Mood coincidieron con la acusación de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la organización, Navi Pillay, contra el régimen sirio por arrasar zonas con- troladas por la oposición sin tener en cuenta la suerte de la población civil y de recurrir a «ejecuciones sumarias» al término de sus operaciones militares.
Sobre el terreno, la ciudad de Alepo, de donde los civiles huyen por miles, se mantenía en vilo ante la inminente ofensiva -calificada de «inaceptable» por Londres- de las fuerzas del régimen para recuperar las zonas controladas por los rebeldes, mientras continuaban los bombardeos y los combates tanto en esa urbe como en otras provincias del país, donde ayer volvieron a repetirse las manifestaciones antigubernamentales.
Los cruentos enfrentamientos en Alepo, sitiada por tanques del régimen, que concentró más tropas en las inmediaciones, cumplieron ayer una semana. Los refuerzos del Ejército sirio que se dirigían a Alepo fueron atacados por combatientes del Ejército Libre Sirio (ELS), que dijeron haber causado daños a sus vehículos blindados para frenar su avance hacia la ciudad y aseguraron haber capturado a un centenar de soldados y milicianos. Según el opositor Observador Sirio de Derechos Humanos, medio centenar más, entre ellos catorce oficiales, fueron apresados en Maaret al-Numan.
La lucha por el control de Alepo es crucial para el régimen y para los rebeldes, según analistas, que comparan este escenario con el de la ciudad libia de Bengasi y advierten de que «la liberación de Alepo, como se hizo con Bengasi, sería el principio del fin», aunque matizan que queda una larga batalla por delante.
La llamada comunidad internacional, por su parte, alerta de que el envío de refuerzos por parte del régimen augura una nueva masacre.
Entretanto, el goteo de deserciones continuó ayer con la renuncia de la diputada de Alepo Ijlas Badaui, la primera de un parlamentario desde el comienzo de la revuelta. Badaui denunció desde Turquía que el Parlamento sirio no sirve para nada.
El Gobierno de Turquía ha creado una base secreta junto a la frontera con Siria, con la colaboración de Arabia Saudí y Qatar, para controlar las operaciones militares y de comunicación en Siria y ayudar a los rebeldes armados, según dijeron a Reuters fuentes de países del golfo Pérsico.
Este acuartelamiento encubierto evidencia el interés de algunos países de Oriente Próximo por derrocar a Bashar al-Assad, después de que la intervención extranjera que acabó con el régimen de Muamar Gadafi en Libia.
«Son los turcos los que la controlan militarmente. Turquía es el principal intermediario», indicó una fuente en Doha. «EEUU no está involucrado. La Inteligencia estadounidense actúa a través de intermediarios, que controlan el acceso a las armas y rutas», señaló.
La base está situada en Adana, a unos 100 kilómetros de la frontera con Siria, y fue creada después de que el viceministro de Exteriores saudí, Abdulaziz bin Abdulah al-Saud, visitase Turquía y pidiese que se creasen estas instalaciones. Los turcos pensaron que era una buena idea para controlar todo, sostuvo la fuente.
En Adana está la base militar de Incirlik, que acoge tropas turcas y estadounidenses y que Washington utiliza para operaciones de reconocimiento. No está claro si Ankara utiliza esta base para sus operaciones de vigilancia de Siria.
La fuente de Doha dijo que Qatar también está plenamente involucrado en su financiación, además de entrenar y proporcionar información a los rebeldes.
La persona contactada por Reuters intentó hacer creer que todas las armas son rusas -del mercado negro o arrebatadas al Ejército sirio-, ante la negativa pública de Ankara y Washington de proporcionar armamento, aunque Qatar y Arabia Saudí sí admiten que suministran armas a la insurgencia.
Turquía ha jugado en las últimas semanas un papel creciente en Siria, incluso algunas informaciones le han situado detrás del atentado contra la cúpula militar siria del pasado 18 de julio, lo que Ankara niega. GARA