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Raimundo Fitero

Desconocidas

En medio del ruido es casi imposible escuchar los murmullos de quienes están intentando decir algo de interés. Empieza un largo puente colgante, unas vacaciones que son un nuevo episodio costumbrista de esta sociedad poliédrica en la que unos beben para celebrar y otros para olvidar. Los datos del paro asustan, pero hay que seguir respirando. Las noticias económicas supranacionales son todas globos sondas, que proceden de fuentes desconocidas, que es la sensación que se está instalando entre los ciudadanos que pasan muchas horas frente a las diversas pantallas en las que aparecen vestigios de noticias, rastros de idearios, consignas y manipulaciones que convierten el raciocinio en un adivinanza políglota.

Nadie entiende nada, todos contestan porque no saben y los que saben un poco no admiten preguntas. Se ha instaurado una dictadura informativa, una suerte de comandos secretos que se dedican a empozoñar todas las aguas de la comunicación para que los medios sean subcarpetas del departamento de sugestión global. Solo se permite opinar en una única dirección, informar con las migajas de las mentiras precocinadas, contribuir al caos, omitir, silenciar y hablar solamente cuando el poder te meta el dedo en el culo para que regurgites todas sus obviedades como si fueran mandamientos.

En varias encuestas la ciudadanía confiesa que se informa por los medios digitales, pero que desconfía de las redes y de los propios medios que no tienen aval bancario de cabecera histórica. Se siente inseguridad, no son fiables. Es otra batalla ganada por el Gran Manipulador: intoxicar también cualquier atisbo de libertad informativa. Es cierto que en las redes sociales se cuelan absurdidades, que nadie comprueba la autenticidad de las noticias, pero eso sucede constantemente en periódicos y televisiones bendecidas. Uno ya sospecha de que no pueden existir tantos errores, que se trata de un plan. Si alguien informa de la comparecencias en sede parlamentaria de los no-responsables del caso Bankia, tendrá que hablar de fuentes no confirmadas, porque allí nadie tuvo nada que ver con el expolio. Un ejercicio de incomunicación y manipulación colectiva.

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