Josu Iraeta | Escritor
El futuro es nuestro
Del repaso a la situación política que realiza en este artículo, Josu Iraeta extrae la conclusión de que, a pesar de sus evidentes diferencias, tanto en las filas del PP como desde las del PSOE y del PNV, existe un objetivo que les une. En su opinión, las tres formaciones políticas tienen en el punto de mira a la izquierda abertzale, y en concreto a la expresión electoral en la que esta va a participar en las próximas elecciones autonómicas en la CAV: EHBildu. En las situaciones que en la búsqueda de ese objetivo compartido están generando PP, PSOE y PNV, ve Iraeta la reproducción de otras vividas hace tres o cuatro décadas, por estar en juego las mismas cosas y «los intereses que defienden las partes -concluye- siguen siendo los mismos, no han variado».
Si se observa con mirada sosegada y se añade la objetividad imprescindible a la, sin duda, importante situación política que se vive en Euskal Herria, pudiera ser conveniente recordar algunos fundamentos claros y precisos, para que nadie se llame a engaño ni pretenda sacar provecho de una debilidad inexistente.
Si aceptamos estar buceando en el «introito» de un proceso que debe ser fundamental -no solo para los vascos, también para los españoles- es debido fundamentalmente a dos razones: al trabajo y el sacrificio durante décadas del conjunto de la izquierda abertzale, la primera; y a la calamitosa historia del nacionalismo español, la segunda. Y es así, porque desde la muerte del dictador Franco y durante cuatro décadas, ninguno de sus gobiernos ha sido capaz de madurar un proyecto lógico, racional y democrático que garantice libertad y paz en respetuosa vecindad.
Hoy se reproducen situaciones vividas hace tres y cuatro décadas, y esto es así porque lo que está en juego es lo mismo que entonces, pero debe también subrayarse que si la interlocución ha sufrido variaciones importantes -la izquierda abertzale es parte indispensable de la misma- los intereses que defienden las «partes» siguen siendo los mismos, no han variado.
La derecha española condensada en el PP, que entonces como hoy se postula como único «defensor de la patria», sigue siendo víctima de una dirección obsoleta y sin proyecto, en la que se visualizan los últimos vestigios del franquismo. Si entonces rechazaban la Constitución, hoy se muestran como abanderados del patriotismo constitucional, por la misma razón que hace cuatro décadas la rechazaban; para que no cambie nada.
Basta escuchar el eco de las frecuentes barbaridades de su presidente «vascongado» para comprender que no desarrollan un pensamiento político y desconocen la importancia de la ética y la moral en la vida política. Su formación franquista les impide escuchar, viven y necesitan del enfrentamiento e ignoran las leyes del juego democrático. En suma, suponen una hipoteca permanente para la democratización del sistema, y sus votantes han interiorizado que son un peligro para el futuro y la convivencia de todos los vascos.
Por su parte, la socialdemocracia española encarnada por un PSOE que ejerce desde décadas como partido liberal, -también como entonces-, con una dirección plagada de oportunistas inteligentes, continúa hipotecada en manos de la burguesía y el dinero, y para comprobarlo basta con tirar de hemeroteca. Es por eso que su secretario general, el Sr. Rubalcaba, le «hace la ola» al regresivo futuro que para la sociedad contribuyente están dibujando en la Moncloa. Con su comportamiento, el PSOE del Sr. Rubalcaba muestra con claridad que su concepto de Estado es el de un instrumento al servicio de los intereses del capital financiero y garantía de su dominación.
Lo muestran con meridiana claridad al instrumentalizar las instituciones básicas de «su» democrático Estado, puesto que parecen ignorar que las instituciones básicas de una democracia no deben distinguirse por ser más o menos ordenadas y eficientes -como alardea la Sra. Sáenz de Santamaría-, sino que deben ser, sobre todo, justas. En ellas debe prevalecer la concepción de la justicia, conforme a la cual la corrección moral de un acto depende de las cualidades intrínsecas de dicha acción, y no de su capacidad para producir un cierto estado de cosas previamente valorado.
Con todo esto se llega a la conclusión de que el Sr. Mariano Rajoy no está especialmente «dotado», como no lo estuvieron sus predecesores, de la convicción democrática necesaria que permita aceptar y respetar la voluntad del pueblo vasco, libre y democráticamente expresada. Más claro: no está capacitado para afrontar la caducidad del modelo de Estado.
Desgraciadamente no está solo, y esto es difícil evitarlo. Llevo muchos años, muchos, afirmando que el PNV, nunca -motu proprio- defenderá un proyecto que no sea asumido por el poder central español. No lo hizo hace cuatro décadas y difícilmente lo hará en esta ocasión.
Cierto que su discurso -con exabruptos como la «Stalinización» de Bildu- es menos creíble con el paso del tiempo, pero todavía puede captar una bolsa del voto que le permita desarrollar una diligente labor de colaboración. De hecho, su forma de hacer política, su acerada vocación mercantil, la dureza con que defiende la polivalencia de sus intereses, lo convierten en un auténtico «caballo de Troya».
También es cierto que la dirección del PNV puede llegar a fomentar movimientos, cambios y proyectos en la medida que los pueda controlar, pero que nadie espere que lo haga con aquello que pudiera poner en riesgo su estatus de «socio preferente» en Madrid.
No es otra la razón por la que en estas últimas semanas estamos viviendo situaciones que en nada sintonizan con la realidad que entre la mayoría de vascos se está gestando en el Sur de Euskal Herria. En mi opinión, es ahí donde debe situarse la crisis «artificialmente» generada en Gipuzkoa, alentada y protagonizada fundamentalmente por el PNV. Debiera hacerse una lectura correcta de lo sucedido, ya que conviene no olvidar que lo que el PNV «trae» de Madrid nunca sale barato.
Son estos movimientos y otros que irán llegando, lo que al PNV le exigen de Madrid. Comparten objetivo: debilitar en lo posible a EHBildu, y así evitar que el proyecto que ofrece al conjunto de la sociedad vasca obtenga el respaldo popular necesario, que pudiera romper su «tradicional» hegemonía.
Estos son y no otros, quienes haciendo pequeños gestos de complicidad, se sientan en torno a una mesa en la que se pretenden consensuar las bases de un futuro diferente para Euskal Herria. Pues vaya.
Sin acritud alguna y sin ánimo de ofender a nadie, manifiesto tener la firme convicción de que la dirección del PNV tiene hoy sobre la mesa una línea de trabajo preferente: colaborar en la desestabilización de la izquierda abertzale.
Es evidente que en la calle Génova (Madrid), en Lakua (Gasteiz) y en Sabin Etxea (Bilbo), trabajan con el mismo objetivo: desestabilizar a la izquierda abertzale. Que la nave que patronea llegue a puerto en las peores condiciones.
El futuro es nuestro.