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Sira Garcia Garcia Trabajadora de las cocinas hospitalarias

En las cocinas hospitalarias igual que en otros lugares

Muchos años, de mucha gente, se han invertido en estas cocinas. Mucha implicación personal y mucho cariño. El buen hacer de las gentes corrientes, sin más aspiración que vivir y favorecer el vivir digno de otras personas

Dijo Hourdur Tofarson, fundador de «Las voces del pueblo» de Islandia: «Quiero más políticos obligados a responder ante el público». Yo también.

Algo hemos perdido: la dignidad, el ser responsables de las consecuencias de nuestro hacer. ¡Quizás! Todo está bien estructurado y pensado, los intereses financieros de las grandes multinacionales lo controlan todo, ellos saben lo que debe pasar en cada momento. Nosotros vivimos, ¿para qué? Todas para conformar nuestro modelo de sociedad. Hay una gran diferencia, yo así lo veo, entre la gente de la llamada «buena educación», a la que resulta cómodo vivir, ya que tiene una vida fácil, sin esas preocupaciones cotidianas (algo para comer, el alquiler es muy caro, comprar vivienda es renunciar a tu importante ocio y relajo, estudios de los hijos...) y las que en principio pacientemente vamos sobreviviendo, sorteando un problema y mil... Y a la de 1.001, ante la imposibilidad de seguir peleando porque te parece este un obstáculo injusto y ya estás cansada, piensas que tú algo deberías poder opinar y decir y exigir.

Yo digo más que Hourdur: todas nos debemos sentir obligadas a responder ante nosotras mismas, ante nuestra conciencia y salvar nuestra dignidad.

«Ser o tener» dijo un sabio. Ser, ante todo ser, y luego tener, pero nunca dejar que lo que poseas o puedas poseer te maneje y domine. Ellos saben de esa debilidad nuestra por el consumo y nos manejan. Por tener somos capaces de pisotear al de al lado y apartarlo de un empujón (les estamos ayudando a ellas).

Otro señor muy sabio, al que tuve el placer de escuchar (no voy a dar su nombre pues no puedo reproducir con exactitud lo que dijo, pero sí me quedó una idea muy clara), contaba cómo le habían preguntado un día cómo él, pudiendo haber vivido muy bien y cómodo al lado de los poderosos, había elegido vivir modestamente y casi pasando desapercibido. Él contestó que por estar bien consigo mismo, por dignidad, y que tenía pena porque cuando podía decir lo que pensaba y le dejaban hablar abiertamente, se sentía en cierto modo utilizado, ellos así se congratulaban de que eran demócratas y dejaban explayarse a las gentes que no eran partidarias de su conducta (¡vaya hipocresía!).

No tenemos mucho margen de maniobra, parece. A todo le dan la vuelta. Pero nos queda la dignidad, yo apelo a la dignidad del mundo (ser dignos de nuestros predecesores y de nuestros sucesores) y demostrarles que no nos interesan para nada sus grandes negocios, que ya han demostrado que su sistema no soluciona la gestión de los recursos y que estos no son suyos ni para ellos. No actuemos como ellos, no les sigamos su juego. Hay que pensar, hay que sacar tiempo para pensar y comprender su juego. Esto es lo que nos ponen difícil, haciéndonos esclavas del consumo y tonterías. Nos tenemos que concienciar de que los intereses financieros de las multinacionales, no son los nuestros, aunque algunos se vendan por un poco más que un plato de lentejas.

Y llego a lo que a mí me concierne particularmente. Es una pequeña parcela del sistema sanitario de Nafarroa: las cocinas hospitalarias. Aquí se puede aplicar todo lo que anteriormente he dicho y, cómo no y sobre todo, la dignidad.

Muchos años, de mucha gente, se han invertido en estas cocinas. Mucha implicación personal y mucho cariño. El buen hacer de las gentes corrientes, sin más aspiración que vivir y favorecer el vivir digno de otras personas.

Las trabajadoras que entren con la nueva empresa también serán dignas, por supuesto, pero, el resultado general, la sensación general, la robotización de toda la elaboración, el tiempo invertido, el alimento final, el sentimiento del resultado del trabajo humanizado, ¿todo habrá merecido la pena por unos euros?

Unas dirán que hay que ser frías y hacer lo mejor para todas (ellas) y lo harán, y nosotras nos quedaremos con la sensación de que están equivocadas, pero ellas mandan y tienen todo muy bien orquestado e incluso han sido capaces de llevarse «al huerto» a gentes que deberían estar a «partirse el piñón» con nosotras, luchando (lo que se te ocurra, PSN, con Roberto Jiménez a la cabeza, por ejemplo, y más...) por mantener una sanidad pública digna para todas.

¡Aupa compañeras! Resistiendo con dignidad. Un beso gordote para todas y todas las que nos apoyan.

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