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Raimundo Fitero

Negocios

 

En el mes de julio, en el conjunto del Estado español, creció el consumo de televisión. Miro hacia atrás y no encuentro factores significativos más allá de los deportivos. ¿Puede una comparecencia de Rajoy o López o Urkullu hacer subir la audiencia general? Pues no, al contrario. Los noticiarios se mantienen en una tendencia ligeramente a la baja, los programas de debate partidista siguen igual, con crecimientos puntuales, pero machacando en la misma piedra, por lo que quizás, si se mantiene este incremento del consumo televisivo de manera sostenida, se trate de uno de los efectos perniciosos de la tan cacareada crisis económica. Es la mejor opción de ajuste: quedarse en casa, viendo la tele y con un refresco de garrafa o botellón.

Lo dice la tele; lo dicen las teles: en estos días de la operación salida vacacional masiva ha caído casi un veinte por ciento el uso de las autopistas, lo que significa que ha crecido la circulación por las vías secundarias gratuitas, lo que crea más colapso, más nervios, más problemas generales. Esto es una consecuencia directa del agobio económico. Pero en Catalunya, les han subido el peaje sin avisar de una día para otro. El cabreo es mayúsculo, porque la ciudad de Barcelona tiene muy pocas escapatorias que no sean de pago. El descenso de matriculaciones de vehículos de toda índole ha alcanzado cifras de pánico generalizado. El parque automovilístico se envejece y el sistema se derrite con los calores.

Saturados como estamos de noticias de malos usos bancarios, de políticos de medio pelo llorando por los estrados, de reuniones con sillas vacías o llenas, ahora nos achicharran con las playas abarrotadas, las caravanas interminables, las incidencias en los aeropuertos, las ofertas de ocio barato y toda esa necesidad de desviar la atención de las cosas importantes, si es que existen cosas importantes más allá de la supervivencia. Los negocios pequeños, los medios y los grandes van mal. Las cadenas de televisión están de recortes programáticos porque como ya hemos dicho, no es la audiencia lo que marca, sino la ausencia de publicidad. Y la TDT es el penúltimo gran fracaso, un aburrimiento.