Udate
A la búsqueda de los cánones clásicos de belleza
El barrio de San Francisco de Bilbo alberga al gran desconocido de la museística de la ciudad, el Museo de Reproducciones Artísticas. Nacido en 1927, ha tenido desde entonces una doble función didáctica: que la ciudadanía disfrutase de la mejor escultura clásica y el alumnado de Bellas Artes tuviera modelos con los que trabajar.
Texto: Alvaro HILARIO Fotografía: Monika DEL VALLE
En 1927, el Ayuntamiento de Bilbo y la Diputación de Bizkaia decidieron crear el Museo de Reproducciones Artísticas. Este nació con una doble función didáctica: Reunir las obras maestras de la escultura clásica para el disfrute de la ciudadanía y permitir que el alumnado de la Sección de Bellas Artes de la Escuela de Artes y Oficios, primero, y, más adelante, de la Facultad de Bellas Artes de la UPV tuviese modelos con los cuales trabajar. Las clases de dibujo, modelado y pintura impartidas en las salas del museo han formado a lo largo de ochenta y cinco años a generaciones de arquitectos, artistas y artesanos.
Desde 1957 el museo estuvo en unos locales de la calle Conde Mirasol, locales que, con el paso del tiempo, fueron deteriorándose, de modo que estuvo cerrado por espacio de 10 años. La espera finalizó el año 2005, cuando se trasladó a unos pocos metros de distancia, a la antigua iglesia del Sagrado Corazón de María, rehabilitada para tal fin.
La iglesia de estilo neogótico -datada en 1891- es obra del arquitecto José María Basterra y Madariaga, autor entre otras obras, de la Iglesia del Sagrado Corazón de los Jesuitas (en la alameda de Urquijo) y de la Universidad de Deusto, la llamada «Literaria» para diferenciarla de la «Comercial», diseñada por el marqués de Cubas. La edificación, luminosa y espaciosa, constituye un gran espacio expositivo.
Valor de las copias
La iglesia es un pequeño edificio de tres naves con sus correspondientes ábsides. La nave central está coronada por una cúpula con linterna. En el ábside central se encuentra la «Victoria alada de Samotracia». El original, que se encuentra en el Louvre, data del siglo II a.C.; es pues de estilo helenístico.
La «Victoria» (también conocida por su nombre en griego, Niké) está flanqueada por el «Moises» de Miguel Angel y dos frisos del Altar de Pérgamo: «Zeus luchando contra los gigantes» y «Atenea luchando contra los gigantes», ambas también del periodo helenístico. Todas estas copias son vaciados, es decir primeras copias de los originales: fueron reproducciones exactas encargadas ex-profeso por la institución bilbotarra a museos como los Museos Vaticanos, el Louvre o el British Museum. La mayoría de ellas fueron realizadas en los años 30 del siglo XX. Todas cuentan con una tarjeta bilingüe (euskara y castellano) con sus datos (fecha, estilo, localización del original) y una ficha con la descripción de la obra: lo didáctico sigue teniendo prioridad.
Valor de las copias
La Venus de Milo y Laocoonte y sus hijos (obras helenísticas también) son dos de las esculturas que reciben al espectador una vez accede a la segunda planta del museo.
En esta conoceremos asimismo la historia del «Grand Tour», precedente de museos como el que nos ocupa. En el siglo XVIII los hijos de las familias pudientes europeas emprendían un viaje iniciático por Italia, Alemania, los Países Bajos y, a veces, Grecia. Como prueba de su estancia en todos estos lugares los jóvenes viajeros acostumbraban a volver con yesos, copias de obras maestras de la escultura. Todas estas copias acababan engrosando diferentes colecciones de yesos dirigidas a la formación de artistas noveles. Estas colecciones tuvieron influencia en las transformaciones del arte europeo en los siglos XVIII y XIX.
Y si hablamos de enseñanza, es justo recordar en estas líneas a quien fuera profesor de dibujo en el Museo de Reproducciones, Manuel Balsa, «El Ruso» (Gijón, 1924-Bilbo, 2010). Manuel fue uno de los «niños de la guerra» evacuado a la URSS. Estudió en la escuela de Bellas Artes de Leningrado, donde conoció a su esposa, natural de Bilbo y también refugiada.
De vuelta al Estado español, expuso en diferentes ciudades, Bilbo entre ellas. Así fue como Francisco Panera le invitó a dar clases de dibujo y pintura a su hija, hecho este que le llevaría al Museo de Reproducciones. Fue el arquitecto Manuel Smith quien le animó a resucitar el museo, un depósito ruinoso por entonces, labor que emprendió en compañía del arquitecto Nicolás de Madariaga.
Hasta su muerte estuvo ligado a la enseñanza en el Museo de Reproducciones. Incluso aparcó su carrera como creador para atender la gran demanda que su otro trabajo generó. La ciudad siempre le recordará.
El pasado mes de mayo, el Museo de Reproducciones lanzó una aplicación para los usuarios de teléfonos móviles Android o Apple. Mediante la misma se puede acceder a todos los contenidos del museo, en uno de los «principales museos» de reproducciones de Europa, como destacaron sus responsables. De cada obra se realiza una breve descripción que recoge los aspectos más importantes de la misma y se ofrece la posibilidad de visitar la galería en la que se muestran imágenes de detalle de la escultura.
Estos días el museo ofrece la exposición «Acrópolis: Atenea y más» que complementa la exposición «Partenón. La morada de Atenea de la Sala Ondare». Una oportunidad de conocer mejor el arte clásico. A.H.