El éxodo vacacional propio del periodo estival, en línea con la falta de noticias, exceptuando las penurias económicas, ha llevado al Gobierno de Madrid a retomar el viejo debate sobre la conveniencia de la supresión de las autonomías. A ver si había suerte, se pasa de puntillas y para septiembre está encarrilado.

Dicho así puede parecer que el Partido Popular quiere mandar a las ya saturadas listas de desempleo a sus propios dirigentes, que desde hace años gobiernan la mayoría de las regiones que conforman el Estado español, aunque en opinión del que suscribe, solo se trata de una oportunidad para retomar el modelo de estado que ya fracasó el siglo pasado, y si se mantuvo, fue bajo un sistema dictatorial y militar.

España, lejos de reconocer que es un estado plurinacional, quiere anular ahora el funcionamiento de las regiones y autonomías que la componen. Y esto se quiere vender en un tono populista con la excusa de la supresión de gastos que generan tantos gobiernos regionales; puede que sea verdad pero ese sería otro debate, y que en estos momentos puede ser visto por la sociedad como una buena medida de ahorro de dinero público que justifique el fondo ideológico que realmente tiene.

De conseguir ese objetivo, el reconocimiento de naciones como Euskal Herria o Catalunya a decidir por ellas su futuro como pueblo quedaría muy desdibujado con la nueva medida tomada.

Las reivindicaciones de contar con un marco económico propio, que llevaría a otros objetivos futuros en Catalunya, y el nuevo escenario político en Euskal Herria que culminaría en la nueva composición del Parlamento de Gasteiz, así como la lamentable situación económica que arrastra Nafarroa, han generado un miedo a que el desapego por la matriz se extienda por otros parajes que puedan llevar a su desmembramiento. Por lo que la medida urge a que la «unificación» española se haga, y se haga cuanto antes . Y si para lograrlo se tiene que recomponer el viejo mapa autonómico , pues que así sea.

Otra historia será luego cómo se explica en Europa esta idea, muy alejada de la realidad que se lleva a cabo en los estados que conforman la Unión Europea y que como en otros ámbitos que aquí bien conocemos, será rebatida por Estrasburgo o a quien tenga la competencia de hacerlo.

Las piezas de ese puzzle que llaman España no encajaron nunca, y ahora las quieren unir con pegamento, a la fuerza, nunca mejor dicho. Es un juguete al que nunca supieron jugar. Seguramente porque ya venía mal de fabrica. Defecto de forma.