La operación desarrollada por el Ejército egipcio en la península del Sinaí sucede a una acción previa que se saldó con la muerte de 16 militares, y constituye un capítulo más en la convulsa situación que vive, no solo Egipto, sino todo Oriente Medio. Esa estratégica región está sumida en un clima de inestabilidad creciente, con múltiples actores en liza, y es evidente que el movimiento contestatario que surgió en el Norte de África y que se extendió rápido hacia el este, ha dado paso a enfrentamientos más descarnados, protagonizados por facciones armadas, bien con forma de Ejército regular, bien como grupos más o menos organizados. Así, las variables para hacer una lectura de lo que ocurre se multiplican. La difícil cohabitación entre militares y Hermanos Musulmanes en Egipto; la guerra que está desangrando a Siria; el protagonismo adquirido por las monarquías petroleras del Golfo y otros actores regionales; la amenaza de Israel; y las maniobras siempre presentes de potencias como Estados Unidos -y sus aliados-, Rusia y China, muestran que la alta política ha relegado a las demandas populares como elemento principal para el análisis. Desgraciadamente.