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Crónica | Cuando acaba la pirotecnia

Las noches de Aste Nagusia se llenan de gente nada más vaciarse las heladerías

Las noches de Aste Nagusia de Donostia son mucho más que los tópicos fuegos artificiales y los manidos helados. Espacios como el Muelle, la terraza del Náutico, la explanada de Sagues o Alde Zaharra acogen a miles de personas dispuestas a la juerga.

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Martxelo DÍAZ

Caminar hacia Alde Zaharra después de cenar en casa mientras se escuchan a lo lejos los fuegos artificiales puede resultar una aventura. Una marabunta de miles de personas hace el recorrido inverso. Muchos de ellos con un helado en la mano, regresan a casa después de haber asistido al espectáculo pirotécnico en el entorno de la bahía. Es el tópico donostiarra. El de los que dicen que las fiestas no son fiestas y que se toma más helado que cerveza.

Es cierto. Miles de personas pueden enmarcarse en este estereotipo, pero son también miles quienes viven las fiestas como tal, fiestas. El trabajo realizado durante años por Piratak para conseguir que Aste Nagusia sea participativa e igualitaria, una fiesta para donostiarras impulsada por donostiarras, ha dado sus frutos.

El mayor exponente es la zona denominada La Flamenka, instalada en el Muelle. El sábado por la noche, llegamos a esta zona acompañados de donostiarras que hacía años que habían abandonado Aste Nagusia. No se creían que en la capital guipuzcoana existe ahora un espacio en el que hay una multitud de gente disfrutando de una txosna mientras baila al ritmo del grupo que toca en la verbena. Incrédulos. Pero como santo Tomás, ver para creer.

Muy cerca, en la terraza del Náutico cobra forma otra iniciativa de Piratak. Actuaciones de DJ. Música chill out para disfrutar, con txosna incluida. El sábado fue el turno de NiMukoak, que en su cuenta de Twitter definieron la noche como maravillosa. Uno de los mayores atractivos de esta iniciativa es su ubicación, que entronca con otro estereotipo donostiarra, el del marco incomparable. Pero, como dicen en un anuncio de tarjetas de crédito, no tiene precio escuchar música mientras se tiene la sensación de estar en el centro de la bahía de La Concha.

Puede que la música chill out no sea la mejor opción para una larga noche de juerga, pero debido a su cercanía con el espacio del Muelle, permite cambiar de ambiente. Un rato en el Náutico, otro en la verbena. 

Pero una noche de Aste Nagusia no es una verdadera noche sin callejear por Alde Zaharra. Sin entrar en Ikatz kalea y escuchar a cuadrillas corear el nombre de Sánchez Gordillo, uno de los héroes del momento.

Durante Aste Nagusia, en Alde Zaharra no solo hay donostiarras o gentes llegadas de otros puntos de Euskal Herria. Hay muchos visitantes llegados de tierras lejanas. Tienen costumbres diferentes, que pueden llegar a resultarnos extrañas. Como las de una cuadrilla, que después de negociar los precios de la bebida insistentemente con un camarero con más paciencia que el santo Job, decidieron que querían cubatas de whisky con cola.

No es mala opción, pero exigían que los cubatas fueran sin hielo. Teniendo en cuenta el calor que estamos padeciendo estos días en Euskal Herria parecía un craso error. Especialmente, porque el mejunje tiene que estar imbebible.

Nada más marcharse el grupo con sus vasos de plástico a dar cuenta del brebaje en la calle comenzó el debate. Las más viajadas recurrieron a la Lonely Planet para comentar que la prestigiosa guía recomienda no beber agua del grifo y que los muchachos habían llevado al extremo la advertencia.

El camarero, bregado en horas y horas de atender detrás de la barra, dio otra explicación. «Estos son unos pesados que lo que quieren es emborracharse rápido y por eso no quieren hielo». La insistencia en pedir que les echase más whisky y menos cola parece inclinar la balanza en ese sentido.

Aunque lo de beber porquerías no tiene fronteras. Hay autóctonos que piden ginebra con martini y cola. Además de malo, tiene que estar pegajoso.

Y hablando de porquerías, a Donostia ha llegado la nefasta costumbre de las salchichas hechas a la plancha en plena calle, algo que parecía exclusiva de las oscuras calles de la vieja Iruñea. Temblad.

La explanada de Sagues es otro de los reductos de los noctámbulos. Quienes estuvieron el sábado hablan maravillas del concierto de Doctor Deseo y Zea Mays. Nos dio pereza. Habrá que ir otro día, que esto acaba de empezar.

 

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